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¿Estamos los Cristianos obligados a guardar el Sábado como Día de Reposo?

Los cristianos no estamos obligados a observar el sábado o un día de descanso semanal. Nosotros vivimos bajo “la ley del Cristo”, una ley que no obliga a guardar el sábado (Gálatas 6:2; Colosenses 2:16, 17). ¿Cómo lo sabemos? Primero veamos cuál es el origen de esta costumbre religiosa.

I.- ORIGEN DEL SÁBADO:

La palabra sábado proviene de un término hebreo que significa “descansar, cesar”. Esta palabra aparece por primera vez en la Biblia en los mandamientos que se dieron a la antigua nación de Israel (Éxodo 16:23). Por ejemplo, el cuarto de los Diez Mandamientos decía: “…Acuérdate de guardar el día de descanso al mantenerlo santo. Tienes seis días en la semana para hacer tu trabajo habitual, pero el séptimo día es un día de descanso y está dedicado al Señor tu Dios. Ese día, ningún miembro de tu casa hará trabajo alguno. Esto se refiere a ti, a tus hijos e hijas, a tus siervos y siervas, a tus animales y también incluye a los extranjeros que vivan entre ustedes…” (Éxodo 20:8-10, NTV). El día semanal de descanso empezaba al ponerse el Sol el viernes y terminaba al ponerse el Sol el sábado. Ese día nadie podía salir de su ciudad, encender un fuego, recoger leña o llevar alguna carga (Éxodo 16:29; 35:3; Números 15:32-36; Jeremías 17:21). Si alguien no guardaba el sábado, se le castigaba con la muerte (Éxodo 31:15). También se consideraban sábados otros días del calendario judío, el año séptimo y el año quincuagésimo, es decir, el cincuenta. En estos años sabáticos, no se podía cultivar la tierra y los israelitas quedaban libres de deudas (Levítico 16:29-31; 23:6, 7, 32; 25:4, 11-14; Deuteronomio 15:1-3).

II.- ARGUMENTOS ADVENTISTAS EN DEFENSA DEL SÁBADO COMO DÍA DE REPOSO:

ARGUMENTO # 1: El Sábado fue dado en el Edén y su observancia es de carácter universal.

Frecuentemente se dice que “Dios instituyó el sábado como día de reposo en el Edén,” esto por la conexión entre el séptimo día y la creación en Éxodo 20:11. Con tal afirmación, los adventistas pretenden comprobar que el sábado precede a la ley y, por consiguiente, es un mandato universal. Pero eso no es del todo cierto. Aunque Dios descansó en el séptimo día (Génesis 2:3), bosquejando una futura ley del Sabbath, no hay ningún registro bíblico de la observancia del sábado como día de reposo antes de que los hijos de Israel dejaran la tierra de Egipto. Es más, cuando la Biblia declara: “Dios bendijo el séptimo día, y lo santificó, porque en ese día descansó de toda su obra creadora” (Génesis 2:3, Nueva Versión Internacional), debemos tener en claro lo siguiente: Este versículo no contiene una ley para los hombres, más bien explica lo que Dios hizo en el séptimo día creativo. La Biblia no dice en ningún lugar que los siervos de Dios observaran el sábado antes del tiempo de Moisés. Lo repito: ¡En ninguna parte de la Escritura existe ni una pequeña referencia de que la observación del sábado fuese practicada desde Adán hasta Moisés! La Palabra de Dios es muy clara en que la observancia del sábado fue una señal especial entre Dios e Israel: “…Y Moisés subió a Dios; y Jehová lo llamó desde el monte, diciendo: Así dirás a la casa de Jacob, y anunciarás a los hijos de Israel: Vosotros visteis lo que hice a los egipcios, y cómo os tomé sobre alas de águilas y os he traído a Mí. Ahora pues, si diereis oído a Mi voz, y guardareis Mi pacto, vosotros seréis Mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque Mía es toda la tierra...” (Éxodo 19:3-5). A la nación judía Dios le ordenó: “…Guardarán, pues, el día de reposo los hijos de Israel, celebrándolo por sus generaciones por pacto perpetuo. Señal es para siempre entre Mí y los hijos de Israel; porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, y en el séptimo día cesó y reposó...” (Éxodo 31:16-17). En Deuteronomio 5, Moisés reafirma los diez mandamientos a la siguiente generación de israelitas. Aquí, después del mandamiento de la observancia del día de reposo en los versos 12-14, Moisés da la razón del por qué el sábado fue dado a la nación de Israel: “...Acuérdate que fuiste siervo en tierra de Egipto, y que Jehová tu Dios te sacó de allá con mano fuerte y brazo extendido; por lo cual Jehová tu Dios te ha mandado que guardes el día de reposo...” (Deuteronomio 5:15). Nótense las palabras “por lo cual”, que nos indican que no fue la intención de Dios el dar a Israel el sábado para que recordaran la creación, sino para que recordaran su esclavitud en Egipto y la liberación del Señor. Las demás naciones nada tenía que ver con esto. Fue un mandato específico a Israel dado en un contexto determinado. Nunca se pretendió que fuera de carácter universal. Solo tenían que guardar el sábado las personas que estaban obligadas a cumplir con todo lo que incluía la ley que Dios le dio a Moisés; es decir, la nación de Israel (Deuteronomio 5:2, 3; Ezequiel 20:10-12). Dios nunca pidió a los demás que lo hicieran. Además, gracias al sacrificio de Jesús, ya nadie (ni siquiera el pueblo judío) está obligado a cumplir la Ley de Moisés, que incluye el mandato de santificar el día de reposo (Romanos 7:6, 7; 10:4; Gálatas 3:24, 25; Efesios 2:15). En vez de estar bajo la Ley de Moisés, los cristianos están sujetos a una ley superior, la del amor (Romanos 13:9, 10; Hebreos 8:13). Nótense también los requerimientos para la observancia del sábado como día de reposo: La persona que se encontraba bajo la ley del sábado no podía encender fuego (Éxodo 35:3), trabajar, ni tampoco provocar que alguien más trabajara (Deuteronomio 5:14). La persona que quebrantara la ley del sábado era condenada a muerte (Éxodo 31:15; Números 15:32-35). ¿Hacen esto los adventistas hoy en día? Si pretender guardar la ley del día de reposo, deberían también aplicar sus penalidades; porque de no hacerlo están quebrantando la ley que pretenden guardar, ya que: “...Porque cualquiera que guarda toda la ley, pero tropieza en un punto, se ha hecho culpable de todos…” (Santiago 2:10, LBLA). Una revisión de los pasajes del Nuevo Testamento nos muestra cuatro puntos importantes en relación con el sábado y su aplicación en nuestra dispensación:

(1). Cuando Cristo se apareció en Su forma resucitada, (y el día es mencionado), siempre se dice que es el primer día de la semana (Mateo 28:1, 9, 10; Marcos 16:9; Lucas 24; 1, 13, 15; Juan 20:19,26).

(2). La única vez que es mencionado el sábado desde el libro de Hechos hasta Apocalipsis, es por propósitos evangelísticos hacia los judíos y usualmente el lugar es una sinagoga (Hechos 13 –18). Pablo escribió: “…Me he hecho a los judíos como judío, para ganar a los judíos; a los que están sujetos a la ley (aunque yo no esté sujeto a la ley) como sujeto a la ley, para ganar a los que están sujetos a la ley...” (1 Corintios 9:20) Pablo no iba a la sinagoga a tener compañerismo y edificar a los santos, sino para convencer y salvar a los perdidos.

(3). A partir de que Pablo declaró “...desde ahora me iré a los gentiles.” (Hechos 18:6), jamás volvió a mencionarse el sábado.

(4). En vez de sugerir adherirse a la observancia del sábado, el recordatorio del Nuevo Testamento implica lo opuesto (Colosenses 2:16).

Vemos que no hay obligación para el creyente del Nuevo Testamento de guardar el sábado. Hay una ocasión en que el Sabbath es mencionado después de que Pablo comenzó a enfocarse en los gentiles: “…Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de reposo, todo lo cual es sombra de lo que ha de venir; pero el cuerpo es de Cristo...” (Colosenses 2:16-17) El Sabbath judío fue abolido en la cruz donde Cristo murió... “anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz.” (Colosenses 2:14). Esta idea es repetida más de una vez en el Nuevo Testamento: “…Uno hace diferencia entre día y día; otro juzga iguales todos los días. Cada uno esté plenamente convencido en su propia mente. El que hace caso del día, lo hace para el Señor; y el que no hace caso del día, para el Señor no lo hace...” (Romanos 14:5-6) “...Mas ahora, conociendo a Dios, o más bien, siendo conocidos por Dios ¿Cómo es que os volvéis de nuevo a los débiles y pobres rudimentos, a los cuales os queréis volver a esclavizar? Guardáis los días, los meses, los tiempos y los años…” (Gálatas 4:9-10).

ARGUMENTO # 2: Antes de recibir la ley de Moisés, los israelitas ya guardaban el sábado.

Moisés dijo a los israelitas: “Jehová nuestro Dios celebró un pacto con nosotros en Horeb”, la región montañosa donde se encuentra el monte Sinaí. Este pacto incluía la ley del sábado (Deuteronomio 5:2, 12). Varias situaciones que se presentaron con relación al sábado demostraron que para los israelitas esa ley era totalmente nueva. Por ejemplo, si los israelitas hubieran observado la ley del sábado mientras estuvieron en Egipto, ¿por qué les habría dicho Dios que guardar el sábado les serviría para recordar que fueron liberados de Egipto? (Deuteronomio 5:15.) ¿Por qué se les tuvo que decir que no podían recoger maná en el séptimo día? (Éxodo 16:25-30.) Y, en el primer caso que se menciona en la Biblia de alguien que no cumplió la ley del sábado, ¿por qué no sabía el pueblo qué hacer con esa persona? (Números 15:32-36).

ARGUMENTO # 3: La ley del sábado es un pacto perpetuo. Por eso, todavía hay que guardar un día de descanso semanal.

Algunas traducciones de la Biblia dicen que el sábado es “un pacto perpetuo” (Éxodo 31:16, Nueva Versión Internacional). Sin embargo, la palabra hebrea que se traduce por perpetuo también puede significar que “durará hasta tiempo indefinido”, no necesariamente para siempre. Este es el significado que tiene esta palabra cuando se habla, por ejemplo, del sacerdocio israelita, al que Dios puso fin hace unos dos mil años (Éxodo 40:15; Hebreos 7:11, 12).

ARGUMENTO # 4: Puesto que Jesús guardó el sábado, los cristianos también tienen que hacerlo.

Jesús observó la ley del sábado porque, al ser judío de nacimiento, estaba obligado a obedecer la Ley de Moisés (Gálatas 4:4). Cuando Jesús murió, dicha Ley, que incluía el mandato de observar el sábado, fue cancelada (Colosenses 2:13, 14).

ARGUMENTO # 5: El apóstol Pablo continuó guardando el sábado una vez se hizo cristiano.

Pablo entró en sinagogas en sábado, pero no para observar el sabbat con los judíos (Hechos 13:14; 17:1-3; 18:4). Lo hizo para predicar allí las buenas nuevas, pues según la costumbre de aquel tiempo, los judíos podían pedir a los visitantes que dirigieran unas palabras a los que estuvieran presentes (Hechos 13:15, 32). El apóstol Pablo predicaba “todos los días”, no solo los sábados (Hechos 17:17).

ARGUMENTO # 6: El Sábado es el Sello de Dios, el Domingo es el Sello del Anticristo.

Los adventistas y otros grupos judaizantes argumentan que el domingo es el sello del anticristo, mientras que el sello de Dios es el sábado. Ellos afirman que la observancia del domingo fue un mandato hecho por Constantino en el año 321 d. C. y que él quien “cambió” el día de reposo del sábado al domingo. Ante tal acusación debemos preguntarnos: ¿En qué día se reunía la iglesia primitiva para adorar? La Escritura nunca menciona una reunión de creyentes en sábado para adorar y tener compañerismo. Sin embargo, hay pasajes muy claros que mencionan el primer día de la semana. Por ejemplo, Hechos 20:7 dice que “…El primer día de la semana, reunidos los discípulos para partir el pan...” Históricamente el domingo, no el sábado, era normalmente el día de reunión para los cristianos en la iglesia, y su práctica data del primer siglo. Según la Biblia fue un domingo por la mañana, “el primer día de la semana” (Marcos 16:9), cuando Cristo resucitó. Más tarde, ese mismo día, encontramos que los apóstoles y discípulos estaban reunidos “el mismo día” que había resucitado: “…Cuando llegó la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, estando las puertas cerradas en el lugar donde los discípulos estaban reunidos por miedo de los judíos, vino Jesús, y puesto en medio, les dijo: Paz a vosotros. Y cuando les hubo dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y los discípulos se regocijaron viendo al Señor…” (Juan 20:19-20). En esta reunión estaban los once apóstoles y también otros discípulos, incluyendo los dos caminantes que volvieron a Jerusalén después de que Jesús resucitado se les apareciera en el camino a Emaús, también en domingo (Lucas 24:33-36). Ocho días más tarde, es decir, el domingo siguiente a la primera reunión: “…Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro, y con ellos Tomás. Llegó Jesús, estando las puertas cerradas, y se puso en medio y les dijo: Paz a vosotros…” (Juan 20:26). Al parecer el patrón de reunión de los primeros cristianos siguió siendo el primer día de la semana. Unos treinta días después vimos que estando en Betania Jesús fue alzado al cielo ante los ojos de sus discípulos y se nos dice que: “…Ellos, después de haberle adorado, volvieron a Jerusalén con gran gozo; y estaban siempre en el templo, alabando y bendiciendo a Dios. Amén”. (Lucas 24:52-53). El día de Pentecostés, también conocido como “la fiesta de las semanas” también ocurrió en domingo. Algunos consideran que este fue el momento cuando en realidad nació la iglesia del Nuevo Pacto. El día de pentecostés era exactamente cincuenta días después de sábado siguiente a la fiesta de la pascua. Por lo tanto siempre caía en día domingo. En la Biblia leemos: “…Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos…” (Hechos 2:1) En esta reunión, como en todas las anteriores no estaban solamente los apóstoles sino que había también con ellos otros discípulos, hombres, mujeres y presumiblemente niños. Me parece notable que haya sido un domingo el día cuando la iglesia del Nuevo Pacto fue dotada del poder de Dios. Alrededor del año 51 d.C., ya pasados cerca de 20 años desde que se estableció la iglesia después de la resurrección de Jesús, el cristianismo estaba extendido por el mundo conocido por medio de la predicación de los apóstoles. Leemos lo siguiente en Hechos 20:7: “…El primer día de la semana, reunidos los discípulos para partir el pan, Pablo les enseñaba, habiendo de salir al día siguiente; y alargó el discurso hasta la medianoche…”. Cuatro años más tarde, en el año 55 d.C., el Apóstol Pablo da las siguientes instrucciones a los cristianos para que pongan aparte algo de sus ganancias: “…En cuanto a la ofrenda para los santos, haced vosotros también de la manera que ordené en las iglesias de Galacia. Cada primer día de la semana cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado, guardándolo, para que cuando yo llegue no se recojan entonces ofrendas…” (1 Corintios 16:1-2). Tratemos de entender lo que significan estas palabras de Pablo. Esto es importante porque aquí el Apóstol esté 'adoctrinando' la iglesia. ¿Se trata de una instrucción para que cada cristiano separe el dinero en su propia casa? Si ese es el caso, ¿Qué importancia tiene que sea el primer día, el tercero o el quinto día de la semana? A fin de cuentas, cualquier persona, en la privacidad de su hogar puede poner algo aparte el día de la semana que desee sin que Pablo tenga que especificar que lo haga “el primer día de la semana”. Además, si cada primer día de la semana en su reunión semanal, los cristianos ponían algo aparte en sus casas de todas formas cuando el llegara había que “recoger ofrendas” y eso es lo que él no quería. Por otra parte, si estas ofrendas eran recogidas en la reunión de la iglesia cada domingo (cada primer día de la semana) y puestas aparte, entonces no habría necesidad de recoger ofrendas cuando él llegara; solamente las pondrían en las manos de Pablo. Por lo tanto, pensamos que cuando el Apóstol ordena a las iglesias en Asia Menor (en Galacia) y en Europa (en Grecia) que esto se haga “cada primer día de la semana” nos indica que ese era el día cuando los cristianos se reunían como iglesia para adorar, partir el pan y escuchar la enseñanza o predicación de la Palabra. Todo lo anteriormente dicho nos muestra que, si bien es cierto durante los primeros años del cristianismo los judíos cristianos también asistían al templo para sus actividades religiosas, esa costumbre fue abandonada gradualmente y jamás impuesta a la iglesia universal. Era un tiempo de transición de la ley al Evangelio. También es cierto que los apóstoles, como es el caso de Pablo en el libro de Hechos, también visitaban el templo judío los días sábados (el séptimo día) pero era con propósitos misioneros para predicar el evangelio a los judíos y prosélitos gentiles. Sin embargo, una vez estos se convertían al cristianismo, se reunían en el culto cristiano los domingos (el primer día de la semana). Paulatinamente los judíos incrédulos que controlaban las sinagogas no les permitieron seguir predicando allí y la predicación comenzó a tener lugar en lugares públicos entre los gentiles.

ARGUMENTO # 7: No existe evidencia histórica de la observancia del domingo en la Iglesia primitiva.

Los adventistas y otras sectas similares simplemente omiten esta información a sus lectores presentándoles así información sesgada. Hay suficiente evidencia histórica de la sustitución del sábado por el domingo dentro de la iglesia primitiva. Por ejemplo:

(1.- La Epístola de Bernabé (96 - 98 d.C.): La Epístola de Bernabé es un tratado cristiano de 22 capítulos, escrito en griego, con algunas características de epístola. Tradicionalmente es atribuida a Bernabé, que aparece en el libro de Hechos de los Apóstoles como colaborador y compañero de Pablo. Fue conservada en un códice del Antiguo y Nuevo Testamento (el Sinaítico) lo que hace constar que fue muy apreciada en la antigüedad cristiana al igual que escritos como la Didaché o el Pastor de Hermas, llegando a estar en el grupo de los libros que rondaron el canon de los divinamente inspirados antes que fuera definitivamente fijado. La datación varía entre los años 96-98 y el 130-134. En esta epístola encontramos una explicación detallada de la visión cristiana primitiva de como para los cristianos el día del Señor era el domingo, por ser el día de la resurrección de Cristo: “...Por último, les dice [El Señor]: «Vuestros novilunios y vuestros sábados no los aguanto» (Isaías 1,13). Mirád cómo dice: No me son aceptos vuestros sábados de ahora, sino el que yo he hecho, aquel en que, haciendo descansar todas las cosas, haré el principio de un día octavo, es decir, el principio de otro mundo. Por eso justamente nosotros celebramos también el día octavo con regocijo, por ser día en que Jesús resucitó de entre los muertos, y después de manifestado, subió a los cielos…” (Carta a Bernabé, XVI, 8).

(2.- La Didaché o doctrina de los doce apóstoles (65 - 80 d.C.): Es uno de los más antiguos escritos cristianos no-canónicos del grupo de los padres apostólicos, considerado anterior a muchos escritos del Nuevo Testamento. Fue escrito entre el año 65 y 80 de la era cristiana. Encontramos en él una breve mención a la celebración continua de la Cena del Señor cada domingo: “…Reunidos cada día del Señor, romped el pan y dad gracias, después de haber confesado vuestros pecados, a fin de que vuestro sacrificio sea puro. Todo aquel, empero, que tenga contienda con su compañero, no se junte con vosotros hasta tanto no se hayan reconciliado, a fin de que no se profane vuestro sacrificio. Porque este es el sacrificio del que dijo el Señor: En todo lugar y en todo tiempo se me ofrece un sacrificio puro, porque yo soy rey grande, dice el Señor, y Mi nombre es admirable entre las naciones…” (Didaché, XIV,1-3).

(3.- Ignacio de Antioquía (107 d.C.): Discípulo de Pedro y Pablo, segundo obispo de Antioquia y mártir durante el reinado de Trajano aproximadamente en el año 107 d.C. Cuando fue condenado a muerte se le ordenó trasladarse desde Siria a Roma para ser martirizado. De camino a Roma escribió siete epístolas dirigidas a las iglesias de Éfeso, Magnesia, Tralia, Filadelfia, Esmirna, Roma y una carta a San Policarpo. Cuando escribe a los magnesios da testimonio de como los cristianos no guardaban el sábado sino el domingo: “...Ahora bien, si los que se habían criado en el antiguo orden de cosas vinieron a la novedad de esperanza, no guardando ya el sábado, sino viviendo según el domingo, día en que también amaneció nuestra vida por gracia del Señor y mérito de su muerte, misterio que algunos niegan, siendo así que por él recibimos la gracia de creer y por él sufrimos, a fin de ser hallados discípulos de Jesucristo, nuestro solo Maestro, ¿Cómo podemos nosotros vivir fuera de Aquel a quien los mismos profetas, discípulos suyos que eran ya espíritu, le esperaban como su Maestro?. Y por eso, el mismo a quien justamente esperaban, venido que fue, los resucitó de entre los muertos...Absurda cosa es llevar a Jesucristo entre vosotros y vivir judaicamente. Porque no fue el cristianismo el que creyó en el judaísmo, sino el judaísmo en el cristianismo, en el que se ha congregado toda lengua que cree en Dios…” (Ignacio de Antioquía, Carta a los Magnesios, IX; X,3).

(4.- Justino Mártir (100 – 165 d.C.): Mártir de la fe cristiana hacia el año 165 (decapitado), es considerado el mayor apologeta del Siglo II. Con Justino quedó también firmemente atestiguado como para los cristianos era el domingo era el día en que se reunían los cristianos a celebrar la eucaristía. Uno de estos testimonios se encuentra en su apología primera, carta dirigida al emperador romano de su tiempo, en defensa de los cristianos que eran perseguidos: “...El día que se llama del sol [domingo] se celebra una reunión de todos los que moran en las ciudades o en los campos, y allí se leen, en cuanto el tiempo lo permite, los Recuerdos de los Apóstoles o los escritos de los profetas. Luego, cuando el lector termina, el presidente, de palabra, hace una exhortación e invitación a que imitemos estos bellos ejemplos. Seguidamente nos levantamos todos a una y elevamos nuestras preces, y éstas terminadas, como ya dijimos, se ofrece pan y vino y agua, y el presidente, según sus fuerzas, hace igualmente subir a Dios sus preces y acciones de gracias, y todo el pueblo exclama diciendo "amen". Ahora viene la distribución y participación, que se hace a cada uno, de los alimentos consagrados por la acción de gracias y su envío por medio de los diáconos a los ausentes…” (Justino Mártir, Apología I, 67). Otra de sus obras, Diálogo con Trifón, recopila uno de sus debates con uno de los sabios judíos de la época, y en ella éste le echa en cara que los cristianos no guardaban ni la circuncisión ni el sábado: “…Ni guardáis las fiestas y sábados ni practicáis la circuncisión…” (Justino Mártir, Apología I, 10,3, Ibid. p. 318), y Trifón le aconseja seguido obedecer la ley judía: “…Si quieres, pues, escuchar mi consejo, pues ya te tengo por amigo mío, en primer lugar circuncídate, luego observa, como es costumbre nuestra, el sábado, las fiestas y los novilunios de Dios y cumple en una palabra, cuanto está escrito en la ley, y entonces, tal vez, alcances misericordia de parte de Dios...” (Justino Mártir, Diálogo con Trifón, 8,4, Ibid., p. 315-316). Justino reconoce que los cristianos no guardan el sábado y explica por qué: “…¿Hay alguna cosa más que nos reprochéis, amigos, o sólo se trata de que no vivimos conforme a vuestra ley, ni circuncidamos nuestra carne, como vuestros antepasados, ni guardamos los sábados como vosotros?...” (Justino Mártir, Diálogo con Trifón, 10,1, Ibid., p. 317). Justino agrega: “...Necesaria es ya la segunda circuncisión, y vosotros seguís con vuestro orgullo de la carne. La nueva ley quiere que guardéis el sábado continuamente, y vosotros con pasar un día sin hacer nada, ya os parece que sois religiosos...” (Justino Mártir, Diálogo con Trifón, 12,3, Ibid., p. 321). Y luego recalca: “...Porque también nosotros observaríamos esa circuncisión carnal y guardaríamos el sábado y absolutamente todas vuestras fiestas, si no supiéramos la causa por la que os fueron ordenadas...No los observamos porque esa circuncisión no es necesaria para todos, sino sólo para vosotros.. Y sin sábado también agradaron a Dios todos los justos anteriormente nombrados, y después de ellos Abraham y los hijos todos de Abraham hasta Moisés... También, pues, el sábado os lo ordenó Dios para que tuvierais memoria de El…” (Justino Mártir, Diálogo con Trifón, 18,2; 19,2.4, Ibid., p. 331-333). Y remata a su oponente con la siguiente afirmación: “…Porque si antes de Abraham no había necesidad de circuncisión, ni antes de Moisés del sábado, de las fiestas ni de los sacrificios, tampoco la hay ahora, después de Jesucristo, Hijo de Dios, nacido sin pecado de María Virgen del linaje de Abraham…” (Justino Mártir, Diálogo con Trifón, 23,4, Ibid., p. 340). No queda pues duda, en base a este antiguo diálogo entre un cristiano y un judío del siglo II, como ya para ese entonces, los judíos conocían perfectamente que los cristianos no guardaban el sábado y los cristianos reconocían que no lo hacían.

(5.- Tertuliano (160 – 220 d.C.): Nació aproximadamente en el año 160 y falleció hacia el 220 d.C. Tertuliano no es considerado un padre de la Iglesia, sino un apologeta y escritor eclesiástico de gran erudición. Menciona expresamente el descanso dominical: “…Nosotros, sin embargo, (según nos ha enseñado la tradición) en el día de la Resurrección del Señor debemos tratar no sólo de arrodillarnos, sino que debemos dejar todos los afanes y preocupaciones, posponiendo incluso nuestros negocios, a menos que queramos dar lugar al diablo…” (De orat., XXIII; cf. “Ad nation.”, I, XIII; “apology.”, XVI).

(6.- Cipriano de Cartago (200-? d.C.): Obispo de Cartago nacido hacia el año 200, probablemente en Cartago, de familia rica y culta. Se dedicó en su juventud a la retórica. El disgusto que sentía ante la inmoralidad de los ambientes paganos, contrastado con la pureza de costumbres de los cristianos, le indujo a abrazar el cristianismo hacia el año 246. Poco después, en 248, fue elegido obispo. Al arreciar la persecución de Decio, en 250, juzgó mejor retirarse a un lugar apartado, para poder seguir ocupándose de su grey. En una carta dirigida a Fido, menciona el domingo como día del Señor por ser el día en que resucitó Cristo: “…Como el día octavo, esto es, el inmediato al sábado era el día en que había de resucitar el Señor, y nos había de dar la vida con la espiritual circuncisión, por eso en la ley antigua se observó dicho día…” (Cipriano de Cartago, Carta LVIII, A Fido sobre el bautismo).

Los adventistas y las sectas legalistas yerran al afirmar que la historia no da testimonio de la observancia dominical de los primeros cristianos. Si bien el emperador Constantino decretó la libertad de culto en el Edicto de Milán en el año 313, ya se consideraba al domingo como día del Señor más de 250 años antes.

EN CONCLUSIÓN:

El sábado fue dado a Israel y no a la iglesia. El sábado era parte de la Ley del Antiguo Testamento y los cristianos son libres de la carga de la Ley (Gálatas 4:1-26; Romanos 6:14). La observancia del sábado como día de reposo no es requerida a los cristianos. El primer día de la semana, domingo, el día del Señor (Apocalipsis 1:10), celebra la Nueva Creación, con Cristo como nuestra Cabeza resucitada. No estamos obligados a seguir el Sabbath Mosaico, descansando; sino que somos libres de seguir al Cristo resucitado sirviéndole. Y aunque los adventistas puedan argumentar que los evangélicos veneramos el domingo, lo cierto es que seguimos el mandato de la Palabra de Dios y hacemos de la observancia del día de reposo un asunto de conciencia: “…Uno hace diferencia entre día y día; otro juzga iguales todos los días. Cada uno esté plenamente convencido en su propia mente...” (Romanos 14:5) Debemos adorar a Dios cada día, no sólo en sábado o domingo. No obstante, es un hecho histórico que los primeros cristianos consideraban el domingo como”el Día del Señor”. La frase Día del Señor se utiliza sólo una vez en las Escrituras. Apocalipsis 1:10 dice: "…Yo estaba en el Espíritu en el Día del Señor, y oí detrás de mí una gran voz como de trompeta…". Puesto que el apóstol Juan no da detalles sobre el significado de "el Día del Señor", podemos asumir que su público objetivo, los cristianos del primer siglo, ya estaban familiarizados con la expresión. La cual empleaban para referirse al domingo. Sin embargo, tampoco podemos caer en otro error (como el de los mormones que consideran que el domingo es el nuevo día de reposo y debemos aplicarle normas parecidas a la ley judía). Algunos suponen que el Día del Señor en el Nuevo Testamento es equivalente al sábado o día de reposo del Antiguo Testamento. Esto no es cierto. El domingo fue el día en que Jesucristo resucitó de los muertos, un acto que separó para siempre el cristianismo de cualquier otra religión (Juan 20:1). Desde ese momento, los creyentes se han reunido el primer día de la semana para celebrar la victoria de Jesús sobre el pecado y la muerte (Hechos 20:7; 1 Corintios 16:2), pero nunca fue su intención darnos un nuevo sábado semanal que debiéramos guardar ritualmente. Aunque Dios designó el día de reposo como un día santo, Jesús demostró que Él era el Señor del día de reposo (Mateo 12:8). El guardar la ley no puede justificar a nadie; la humanidad pecaminosa puede ser declarada justa sólo a través de Jesús (Romanos 3:28) y no por guardar un día de descanso semanal. Pablo hace eco de esta verdad en Colosenses 2:16-17, cuando escribe: "...Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de reposo, todo lo cual es sombra de lo que ha de venir; pero el cuerpo es de Cristo...". El Día del Señor se considera normalmente como el domingo, pero no se trata de un equivalente directo para el día de reposo judío (sábado), en otras palabras, el domingo no es el "día de reposo cristiano". Aunque no estamos bajo la ley, si debemos apartar un día para descansar y honrar al Señor, quién murió y resucitó por nosotros (Romanos 6:14-15), pero nunca cayendo en el legalismo, sino guardando el principio bíblico de consagrar un tiempo específico para nuestros servicios de adoración. Como seguidores de Jesús, nacidos de nuevo, somos libres para adorarlo cualquier día en que nuestra conciencia lo determine. Romanos 14 da una clara explicación de cómo los cristianos pueden lidiar con esas zonas grises sutiles del discipulado. Los versículos 5 y 6 dicen: "...Uno hace diferencia entre día y día; otro juzga iguales todos los días. Cada uno esté plenamente convencido en su propia mente. El que hace caso del día, lo hace para el Señor; y el que no hace caso del día, para el Señor no lo hace. El que come, para el Señor come, porque da gracias a Dios; y el que no come, para el Señor no come, y da gracias a Dios...". Algunos judíos mesiánicos desean continuar considerando al día de reposo (sábado) como santo, por causa de su herencia judía. Algunos gentiles cristianos se unen a sus hermanos y hermanas judíos, para guardar el sábado como una forma de honrar a Dios. Adorar a Dios el sábado es aceptable, y vale la pena mencionar que el día de la semana no es el asunto más importante, sino la motivación en el corazón detrás de esa elección. Si el legalismo o el guardar la ley motiva la elección de observar el sábado (día de reposo), entonces esa elección no se hace con una actitud correcta de corazón (Gálatas 5:4). Cuando nuestros corazones son puros delante del Señor, somos libres para adorarlo el sábado (el sabbat) o el domingo (el Día del Señor), o cualquier otro día. Dios está igualmente complacido. Jesús advirtió en contra el legalismo cuando citó al profeta Isaías: "...Porque este pueblo se acerca a mí con su boca, y con sus labios me honra, pero su corazón está lejos de mí, y su temor de mí no es más que un mandamiento de hombres que les ha sido enseñado..." (Mateo 15:8-9; Isaías 29:13). Dios no está interesado en que guardemos los rituales, normas o requisitos. Él quiere corazones que estén incendiados por el fuego de Su amor y de Su gracia, el día sábado (día de reposo), en el Día del Señor, y todos los días (Hebreos 12:28-29; Salmo 51:15-17).

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