¿Te has preguntado alguna vez por qué sectas como los Testigos de Jehová se oponen a las transfusiones de sangre? Es debido a razones religiosas, más bien que médicas. El Antiguo Testamento mandaba abstenerse de la sangre (Génesis 9:4; Levítico 17:10; Deuteronomio 12:23). Algo similar es mencionado en el Nuevo Testamento (Hechos 15:28, 29). Además, en la concepción hebrea, la sangre representaba la vida (Levítico 17:14). Por tal razón, los Testigos de Jehová consideran que, al abstenerse de ingerir alimentos con residuos de sangre y al evitar las transfusiones sanguíneas, están obedeciendo el mandato bíblico de no consumir la sangre (para ellos asiento del alma) por respeto a Dios.
EL PENSAMIENTO SECTARIO:
En la mentalidad de los Testigos de Jehová, recibir sangre por medio de transfusiones es como ingerirla; es decir, igual que comerla. El paciente Testigo de Jehová tiene el derecho, en base a los derechos de autonomía individual, a decidir si se transfunde o no. En el caso de menores de edad o pacientes embarazadas, la decisión pasa por un familiar directo. Pero las transfusiones no fueron la única práctica médica que en un momento dado ha sido enérgicamente rechazada por los Testigos de Jehová. Concretamente, las vacunaciones estuvieron proscritas desde 1931 hasta 1952, durante 21 años, y los trasplantes de órganos por 13, desde 1967 hasta 1980.
Como muchos hospitales y médicos ya lo han comprobado, los Testigos de Jehová no vacilan en manifestar su férrea oposición y rechazo a las transfusiones de sangre. Y no les falta la apariencia de la razón. Y es que la Biblia pareciera apoyar su punto de vista. Tal es el caso de Génesis 9:4. Después del Diluvio, Dios les permitió a Noé y a su familia consumir carne animal, pero con una salvedad: " Pero carne con su vida, es decir, con su sangre, no comeréis". Otro versículo es el de Levítico 17:14 que dice: "…Porque en cuanto a la vida de toda carne, su sangre es su vida. Por tanto, dije a los hijos de Israel: No comeréis la sangre de ninguna carne, porque la vida de toda carne es su sangre; cualquiera que la coma será exterminado…".
EL ARGUMENTO SECTARIO VERSUS LA BIBLIA:
Si se intenta argumentar que la prohibición de comer sangre pertenece a la parte ceremonial de la ley de Moisés y ya no sigue vigente, ellos contestarán que en el concilio en Jerusalén (Hechos 15) se decidió pedirles a los creyentes de trasfondo no judío que se abstuviesen de lo que ha sido sacrificado a los ídolos, de sangre, de la carne de animales que han sido estrangulados y de fornicación (Hechos 15:28-29). Según los testigos de Jehová, recibir una transfusión de sangre es igual que comer sangre, y queda prohibido por el Señor tanto en el Antiguo Testamento (en Levítico) como en el Nuevo Testamento (en Hechos 15). Por lo tanto, ¿Tendrán la razón los testigos de Jehová sobre este tema? Creo que hay algunas cosas a tomar en cuenta antes de apresurarnos a darles la razón:
(1.- UNA PROHIBICIÓN TEMPORAL: La prohibición original de comer sangre pertenecía a la parte ceremonial de la ley de Moisés. Las leyes relacionadas con lo que los israelitas podían o no comer se les dieron para mantener la distinción entre el pueblo del Señor y los demás pueblos, y así hacer separación entre ellos. Pero con la inauguración del nuevo pacto, esa separación quedó abolida por la Cruz de Cristo (Efesios 2:11), y por el cambio de un pueblo de Dios uninacional (Israel) a un pueblo de Dios omninacional (la Iglesia). Además, en el libro de Levítico, la prohibición de comer sangre aparece en el contexto de los sacrificios de los animales: “... La vida de la carne está en la sangre, y Yo se la he dado a ustedes sobre el altar para hacer expiación por sus almas. Porque es la sangre, por razón de la vida, la que hace expiación...” (Levítico 17:11). Y de la misma manera que la muerte de Jesús puso fin a los sacrificios de animales, la prohibición de comer sangre también perdió su razón de ser, ya que esta se cumplió en “la madre de todas las expiaciones”: la que fue efectuada por la sangre de Cristo. Intentar mantener hoy la prohibición de comer sangre es volver a las condiciones bajo el antiguo pacto, como si la muerte de Jesús no hubiera cambiado nada.
(2.- UNA SITUACIÓN CONCRETA: El dicho: “Un texto fuera de contexto es un pretexto” se puede aplicar al uso que hacen los testigos de Jehová de Hechos 15:29. Aparte de que el libro de Hechos relata la transición del antiguo pacto al nuevo pacto, detrás de Hechos 15 había una situación muy concreta: algunos cristianos de trasfondo judío estaban diciendo que las señales de identidad judías (sobre todo, la circuncisión) eran necesarias para la salvación y que, por lo tanto, los creyentes de trasfondo gentil, para ser salvos, necesitaban hacerse judíos (circuncidándose, por ejemplo). Era el mismo problema reflejado en Gálatas: el problema de los judaizantes. Y el resultado de aquel concilio fue un claro rechazo de la postura judaizante: ni la circuncisión ni ninguna otra señal de identidad judía era necesaria para la salvación. Cualquier interpretación de Hechos 15 debe tener en cuenta el carácter especial del libro de Hechos y la situación concreta que dio lugar a aquel concilio en Jerusalén. En otras palabras, al igual que con cualquier otro pasaje de la Biblia, debemos interpretar Hechos 15 en su contexto literario e histórico.
(3.- UNA PALABRA CLAVE: Una de las normas para la interpretación correcta de la Biblia es que hay que fijarse en las palabras de conexión. Y en el pasaje bíblico en cuestión hay una palabra de conexión muy importante: la palabra “porque” al principio de Hechos 15:21, “... Porque Moisés desde generaciones antiguas tiene en cada ciudad quienes lo prediquen, pues todos los días de reposo es leído en las sinagogas...”. Ese “porque” nos dice por qué se decidió pedirles a los gentiles recién convertidos que se abstuvieran de comer sangre. Fue para no ofender a los judíos. Si le preguntáramos a los asistentes de aquel concilio por qué decidieron pedir tal cosa, nos habrían dicho que fue para no ofender a sus vecinos judíos, tanto a los que eran cristianos como a los que no lo eran.
(4.- UNA BASE TEOLÓGICA: Para los que somos creyentes, es difícil oír hablar de la donación de sangre y de las transfusiones de sangre sin pensar en el Señor Jesucristo y en nuestra salvación gracias a Él. A lo largo de la Biblia, la sangre habla de expiación y salvación. Desde las túnicas de pieles de las que el Señor vistió a Adán y a Eva después de la Caída y que parecen implicar la muerte de uno o más animales, pasando por la sangre de Abel que clamó al Señor, y por todo el sistema de sacrificios de animales incorporado en las leyes ceremoniales judías, culminando en la muerte de Jesús en la Cruz en expiación por el pecado; la sangre derramada del Señor Jesucristo pertenece al corazón del evangelio. Salvando las distancias, ¡Jesús es nuestro gran “donador de sangre”, y su sangre ha hecho posible la “transfusión” espiritual que nos ha hecho pasar de la muerte eterna a la vida eterna. Sí, el lenguaje de “donación” y “transfusión” es metafórico y no se debe llevar demasiado lejos, pero eso le quita el lugar central a la sangre derramada de Jesús, como lo vemos en el mensaje del evangelio. Si el Hijo de Dios dio su vida por nosotros, ¿acaso no debemos nosotros dar nuestras vidas los unos por los otros? Y si Él derramó su sangre para salvarnos y darnos vida, ¿acaso no es hasta muy apropiado que nosotros demos, aunque sea una parte de nuestra sangre para “salvar” y “dar vida” a nuestros semejantes? En otras palabras, el mayor donador de sangre de toda la historia fue el Señor Jesucristo, el Cordero de Dios; la más valiosa donación de sangre fue la de la Cruz; y las personas que más le deben a una donación de sangre somos nosotros, los creyentes. ¡El mejor argumento a favor de la donación y las transfusiones de sangre es el evangelio!