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La Divinidad de Jesucristo

Muchos están dispuestos a aceptar a Jesucristo como un buen hombre, o un gran profeta, pero sostienen que Jesús nunca dijo ser Dios. Los que niegan la divinidad de Jesús a menudo citan escrituras que respaldan su creencia e intentar darles un significado diferente al original para afirmar que Jesús nunca tuvo la intención de ser adorado como Dios. La evidencia, sin embargo, indica que desde el tiempo de los apóstoles, Jesús fue adorado como Señor. Después que los apóstoles murieron, varios líderes de la iglesia del primer y segundo escribieron sobre la deidad de Jesús. Finalmente en el año 325 d.C. el liderazgo de la iglesia articuló la creencia de que Jesús es plenamente Dios. Algunos sostienen que la iglesia “inventó” la deidad de Jesús o que rescribió los relatos del evangelio. Tristemente para ellos, el Nuevo Testamento ha sido considerado el más fiable de todos los documentos históricos antiguos. Examinemos brevemente lo que Jesucristo dijo de sí mismo, y lo que sus apóstoles afirmaron de Él, y preguntémonos: ¿Qué quiso decir Jesús con los términos, “Hijo del hombre” e “Hijo de Dios"? Luego analicemos: Si Jesús nunca afirmó ser Dios, ¿Por qué sus enemigos lo acusaban de “blasfemia?” Más importante aún, si Jesús no fuera Dios, ¿Por qué aceptó adoración?

I.- ¿QUIÉN DIJO JESÚS QUE ERA ÉL? En el núcleo mismo del cristianismo está la creencia de que Dios vino a la Tierra en la Persona de Su Hijo, Jesucristo. La Biblia enseña que Jesús no es un ser creado como sus ángeles, sino el mismísimo Creador del universo. Los evangelios nos dicen que nuestro Creador se ha convertido en nuestro Redentor. Todo el Nuevo Testamento revela que, de acuerdo con la voluntad de su Padre, Jesús temporalmente puso a un lado su majestad y gloria para convertirse en un diminuto e indefenso bebé. Muchos se resisten a aceptar la divinidad de Cristo afirmando que en la Biblia, no hay un registro de Jesús diciendo las palabras precisas, “Yo soy Dios.” Sin embargo, eso no significa que El no proclamó ser Dios. Tome por ejemplo, las palabras de Jesús en Juan 10:30, en donde Jesús afirma: “...Yo y el Padre uno somos...”. A simple vista, esto no parecería ser una afirmación de ser Dios. Sin embargo, la reacción de los judíos a Su declaración nos muestra que ellos comprendieron claramente lo que Jesús quiso decirles: “...Por buena obra no te apedreamos, sino por la blasfemia; porque tú, siendo hombre, te haces Dios...” (Juan 10:33). Los judíos entendieron la declaración de Jesús al afirmar ser Dios. En los versículos siguientes, Jesús nunca los corrige diciéndoles: “Yo no afirmé ser Dios”. Eso indica que Jesús realmente estaba diciendo que era Dios al declarar, “Yo y el Padre uno somos” (Juan 10:30). Juan 8:58 es otro ejemplo. Jesús les dijo: “...De cierto, de cierto os digo: antes que Abraham fuese, yo soy...”. Nuevamente, en respuesta, los judíos tomaron piedras para arrojárselas (Juan 8:59). ¿Por qué los judíos querrían apedrear a Jesús, si Él no hubiera dicho algo que ellos creían era una blasfemia, concretamente, una afirmación de ser Dios? Jesús en repetidas ocasiones se colocó en el lugar de Jehová, asumiendo las facultades divinas del Padre. A menudo, Él estuvo haciendo y diciendo cosas que sólo Dios tenía derecho a decir y hacer. Jesús también se refirió a sí mismo de diferentes maneras con las cuales insinuó su deidad. Algunos de estos casos nos proporcionan la prueba más contundente del auto entendimiento divino de Jesús. Marcos 14, pasaje en el cual Jesús es acusado y enjuiciado delante del sumo sacerdote, resulta bastante ilustrativo: "...El sumo sacerdote le volvió a preguntar, y le dijo: ¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito? Y Jesús le dijo: Yo soy; y veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo..." (Marcos 14:61-62). Aquí, Jesús se está refiriendo al libro de Daniel en el Antiguo Testamento, donde el profeta Daniel afirma: "...Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre, que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse delante de Él. Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido..." (Daniel 7:13-14). En esta referencia a la visión de Daniel, Jesús se identifica a sí mismo como el Hijo del hombre, una persona a quien le fue dado "dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran". El Hijo del hombre tiene un dominio que es eterno y no pasará. Uno inmediatamente se pregunta, ¿Qué clase de persona tiene un dominio que es eterno?, ¿A qué clase de persona se le otorga un reino donde todos los hombres le servirán? El sumo sacerdote, que reconoció inmediatamente la afirmación de Jesús con respecto a la divinidad, rasgó su manto y declaró a Jesús culpable de blasfemia. A veces, fueron las acciones de Jesús las que revelaron su identidad. La sanidad del paralítico por parte de Jesús, narrada en Marcos 2, fue hecha para demostrar su autoridad y su capacidad de perdonar pecados (Marcos 2:3-12). En la mente de su audiencia judía, estas facultades eran reservadas únicamente para Dios. En otros lugares, Jesús enseñó que el hijo del hombre finalmente juzgará a la humanidad (Mateo 25:31-46), y enseñó que nuestro destino eterno depende de nuestra respuesta a Él (Marcos 8:34-38). Semejante comportamiento es una indicación más del auto entendimiento divino de Jesús. Jesús también expresó que su futura resurrección de entre los muertos justificaría las afirmaciones específicas que Él hizo de sí mismo (Mateo 12:38-40). Después que Jesús fue crucificado y sepultado en la tumba de José de Arimatea, efectivamente se levantó de los muertos, comprobando las declaraciones de su deidad. La evidencia para este acontecimiento milagroso es muy impactante. Numerosas fuentes contemporáneas informan de las apariciones de Jesús después de la crucifixión, tanto a individuos como a grupos de personas, en determinadas circunstancias (1 Corintios 15:3-7; Mateo 28:9; Lucas 24:36-43; Juan 20:26-30, 21:1-14; Hechos 1:3-6). ¡Muchos de estos testigos estaban dispuestos a morir por esta creencia, y varios de ellos lo hicieron! Clemente de Roma y el historiador judío Josefo, nos proporcionan informes del primer siglo, acerca de casos de martirios. Todas las teorías usadas para explicar la evidencia de la resurrección (como la teoría de la alucinación), no han podido explicar todos los datos conocidos. La resurrección de Jesús es un hecho probado de la historia, y ésta es la evidencia más fuerte de la divinidad de Jesús.

II.- ¿QUIÉN ERA JESÚS PARA LOS APÓSTOLES? Es difícil (por no decir casi imposible) negar que el Nuevo Testamento esté lleno de referencias acerca de la divinidad de Cristo. Desde los cuatro evangelios canónicos, pasando por el libro de Los Hechos y las epístolas paulinas, Jesús no sólo es visto como el Mesías (o Cristo), sino que también es comparado con Dios mismo. El apóstol Pablo se refiere a la divinidad de Cristo cuando Él llama a Jesús “nuestro gran Dios y Salvador" (Tito 2:13), e incluso dice que Jesús existió en "forma de Dios" antes de su encarnación (Filipenses 2:5-8). Dios el Padre dice con respecto a Jesús: "...Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo..." (Hebreos 1:8). Se hace referencia directa de Jesús como el Creador mismo (Juan 1:3; Colosenses 1:16-17). Otros pasajes bíblicos enseñan la deidad de Cristo (Apocalipsis 1:7; 2:8; 1 Corintios 10:4; 1 Pedro 5:4). Juan 1:1 dice que “El Verbo era Dios”. Juan 1:14 dice que “Aquel Verbo fue hecho carne”. Esto indica claramente que Jesús es Dios en la carne. Hechos 20:28 nos dice, “… para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre...”. ¿Quién compró la iglesia con Su propia sangre? Jesucristo. Hechos 20:28 declara que Dios compró la iglesia con Su propia sangre. ¡Por tanto, Jesús es Dios! Con respecto a Jesús, Tomás el discípulo declaró: “...Señor mío, y Dios mío...” (Juan 20:28). Jesús no lo corrigió por una sencilla razón: ¡Él es Dios encarnado!

III.- JESÚS RECIBIÓ ADORACIÓN, LA CUAL SÓLO CORRESPONDE A DIOS: En Apocalipsis, un ángel ordenó al Apóstol Juan adorar solamente a Dios (Apocalipsis 19:10). En los evangelios, Jesús también recibe adoración en varias oportunidades (Mateo 2:11; 14:33; 28:9,17; Lucas 24:52; Juan 9:38, 20:28). El nunca reprendió a la gente por adorarle. Si Jesús no fuera Dios, El hubiera dicho a la gente que no le adoraran, justamente como lo hizo el ángel en Apocalipsis. Pero Jesús nunca rechazó tal adoración; más bien, Él consideró que la adoración de ellos estaba correcta.

IV.- SI JESÚS NO FUERA DIOS, SU SACRIFICIO SERÍA INSUFICIENTE COMO EXPIACIÓN POR EL PECADO: La razón más importante para decir que Jesús tiene que ser Dios, es que si Él no es Dios, Su muerte no habría sido suficiente para pagar la penalidad por los pecados de todo el mundo (1 Juan 2:2). Solamente Dios pudo pagar tal penalidad infinita. Solamente Dios pudo tomar los pecados del mundo (2 Corintios 5:21), morir, y resucitar, probando Su victoria sobre el pecado y la muerte.

V.- JESUCRISTO POSEE TODOS LOS ATRIBUTOS DIVINOS: El Nuevo Testamento enseña la divinidad de Jesucristo a través de sus atributos. Los atributos divinos de omnipotencia, omnisciencia, omni­presencia, inmutabilidad y eternidas los tuvo Jesucristo. Jesucristo no puede tener estos atributos de la Deidad, a menos que Él sea Dios:

(1. OMNIPOTENCIA: En Mateo 28:18, Jesús nos dice: “...Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra...” Incluso durante su ministerio terrenal, Jesús demostró varias veces que tenía todo poder. Así lo prueban las siguientes escrituras: Poder sobre la enfermedad (Lucas 4:38-41); poder sobre la naturaleza (Juan 11); poder sobre la muerte (Juan 2); poder sobre la tempestad (Mateo 8:23-27); poder sobre los demonios (Lucas 4:35, 36:41) y poder sobre todas las cosas (Hebreos 2:8).

(2. OMNISCIENCIA: En Juan 2:24-25 se dice de Jesús: “...Porque conocía a todos... pues él sabía lo que había en el hombre...” En Juan 16:30 leemos: “...Ahora entendemos que sabes todas las cosas...” Colosenses 2:3 también afirma: “...En quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento...”

(3. OMNIPRESENCIA: En Mateo 18:20 Jesús afirma su omnipresencia: “...Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos...”. Jesús no solo poseyó los atributos de la Deidad arriba citados, sino que también pueden ser fácilmente probados por las Escrituras que Jesús poseyó todos los atributos divinos. ¿Quién puede dudar de la Deidad de Jesús cuando se enfrenta con este hecho?

(4.- INMUTABILIDAD: Dios es inmutable, o sea, nunca cambia. Por eso afirmamos que Jesús es Dios, pues de Él se dice: "...Jesucristo es el mismo ayer y hoy y por los siglos.." (Hebreos 13:8). ¡Él no cambia! ¡Él es inmutable!

(5.- ETERNIDAD: Jesucristo es el Dios Eterno. La Biblia nos enseña que Jesús (el Verbo) se hizo carne y habitó en la tierra con nosotros (Juan 1:14). Sabemos, también, por la Escritura que Juan el bautista, nació antes que Jesús (Lucas 1:24-26). Sin embargo, Juan el bautista dijo lo siguiente: “...Juan dio testimonio de él, y clamó diciendo: Este es de quien yo decía: El que viene después de mí, es antes de mí; porque era primero que yo...” (Juan 1:15). Ese versículo nos demuestra que Juan conocía de la eternidad de Cristo. Ahora veamos lo que el mismo Jesús dijo: “...Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy...” (Juan 8:58). Jesús mismo confirma que Él existía antes que Abraham, el cual había nacido alrededor de 2 mil años antes que Él. Esa declaración de Jesús desató el enojo de los judíos al punto de querer apedrearlo (Juan 8:59). Se enojaron porque Jesús dio a entender que era eterno como el Padre y para ellos eso era una blasfemia. Otros pasajes que confirman más claramente la eternidad de Jesús son: Juan 1:1; 17:5, 17:24, Miqueas 5:2, Colosenses 1:17-18, 2 Timoteo 1:9, etc. Apocalipsis 1:7-8 llama a Cristo "...el Alfa y la Omega, principio y fin, dice el Señor, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso...“, confirmando de nuevo la eternidad de Cristo. Apocalipsis 1:13-19 también nos describe la divinidad y eternidad de Cristo de una forma magistral.

CONCLUSIÓN: Nos hemos planteado varias preguntas: ¿Qué dice la Biblia acerca de la deidad de Jesús? ¿Dice la Biblia, la cual es la fuente más antigua y más confiable históricamente, que Jesús realmente es Dios? ¿Qué nos dijo Jesús mismo acerca de Su identidad? Hemos visto además muchos pasajes que clara y consistentemente responden esas preguntas directamente desde las páginas de las Escrituras. Ellas nos enseñan que un Mesías Divino fue predicho en el Antiguo Testamento. Isaías 7:14 nos dice: "...Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel...". Emanuel literalmente significa: "Dios con nosotros" (Mateo 1:23) probando que Jesús fue, es y será "Dios con nosotros". Este Mesías nacería como un hijo humano, pero tenía una naturaleza más alta. En Isaías 9:6 leemos: "...Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro. Y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz...". Esta fue una afirmación radical viniendo de un profeta judío monoteísta, especialmente llamando a un ser humano "Dios fuerte"; pero una afirmación que Dios cumplió siglos más tarde en Cristo. Un par de cientos de años más tarde, pero todavía más de la mitad de un milenio antes de que Jesús caminara sobre la tierra, se predijo más acerca de la naturaleza divina del Mesías. Daniel 7:13-14 nos dice: "...Y he aquí con las nubes del cielo venía uno como hijo de hombre... Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran. Su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido...". Es de destacar que "Hijo del Hombre" fue el primer título que Jesús utilizó para Sí, y este pasaje muestra que esto fue una clara y poderosa afirmación de deidad. Y en Marcos, el más antiguo de los cuatro evangelios, Él también incluyó la inconfundible frase: "y viniendo en las nubes del cielo" y la aplicó a Sí mismo (Marcos 14:62). Sus oyentes entendieron el punto, rehusaron creerlo, y lo añadieron a sus razones para tratar de matarlo. Aún desde su niñez estaba claro que Jesús es Dios. El niño Jesús fue adorado por los magos. Mateo 2:11 nos dice sin rodeos: "...Y al entrar en la casa vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron...". Junto con haber sido guiados al sitio donde nació Jesús, estos magos aparentemente fueron informados por Dios acerca de la identidad divina de Jesús, y por ello respondieron apropiadamente, adorándole. Tristemente, muchos hoy en día se niegan a reconocerlo como Dios y Señor. Pero eso no cambia la realidad: Jesús es Dios.

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