El drama y las bellas artes puede que no sean consideradas por muchos como la mejor forma de comunicar el Evangelio. Es más, muchos cristianos hasta consideran incorrecto el uso de dramas, coreografías, representaciones artísticas y cosas semejantes como instrumentos de proclamación del Evangelio. No sobrará quien dirá incluso que tales cosas son "abominación y pecado" a los ojos de Dios (o mejor dicho de su interpretación limitada de la voluntad de Dios). Sin embargo, ya sea que nos opongamos a ello o no, no podemos negar que las artes dramáticas, la representación mediante coreografías y otros elementos similares, tienen un gran poder para mostrar la verdad al ser humano. Y la verdad es que no hay nada humano que nos haya de ser extraño como creyentes.
I.- NUESTROS DONES ESPIRITUALES Y TALENTOS HUMANOS DEBER SER PUESTOS AL SERVICIO DE DIOS:
Todo lo que Dios ha dado a los creyentes para edificación de la iglesia es algo santo y bueno. La Biblia dice: “...Así también vosotros; pues que anheláis dones espirituales, procurad abundar en ellos para edificación de la iglesia...” (1Corintios 14:12). Una pieza teatral, interpretando cualquier historia bíblica, por personas a las que Dios les haya dotado del don histriónico, puede bendecir a la iglesia si lo hace para edificación. Lo que antes fue escrito, para nuestra enseñanza fue escrito; y son muchas las historias y parábolas registradas en la Biblia que pueden representarse de manera aún más vívida y real a través de las artes dramáticas. Dichas verdades tienen el poder de abrir los ojos a aquellos que están en tinieblas. Por tanto, si Dios puso en algunos creyentes actuar e invertir tiempo, talento y recursos para predicar el Evangelio a través de las artes, ¿Quién soy yo para juzgar sus motivaciones? Como dice la Palabra acerca de juzgar a los otros: “...El que come, no menosprecie al que no come, y el que no come, no juzgue al que come; porque Dios le ha recibido. ¿Tú quién eres, que juzgas al criado ajeno? Para su propio señor está en pie, o cae; pero estará firme, porque poderoso es el Señor para hacerle estar firme...” (Romanos 14:2-4).
Muchos piensan que usar las artes para predicar el Evangelio equivale a introducir el 'mundo' en la iglesia, pero esa es una falsa suposición. El arte en manos de cristianos nacidos de nuevo no es igual al del mundo. Muchos ministerios están haciendo un gran esfuerzo por traer temas edificantes y enseñanzas espirituales y de virtud que tanta falta hacen en nuestra sociedad, abarrotada de tanta lascivia, violencia y corrupción moral. ¿Cuántos se han convertido al Señor a través de dramas y representaciones con un mensaje bíblico? Y es que la Palabra de Dios nunca vuelve a Él vacía, sino que hace lo que Él quiere, y prosperará en aquello para lo que Él la envió (Isaías 55:11). Jesús nos mandó a predicar e ir a las naciones con el mensaje de salvación. Y para ello muchas veces debemos romper esquemas, usar métodos poco convencionales. Por ejemplo, si Pablo hubiese menospreciado a las mujeres en la enseñanza evangelística y hubiera impuesto los dogmas religiosos de su tiempo y tradiciones judías, Lidia y su casa no se habrían convertido ni bautizado (Hechos 16:14-15). Sin embargo, el apóstol antepuso la Gran Comisión al prejuicio y permitió que Dios salvara la vida de aquella mujer que sería una puerta de salvación para muchos en Tiatira (Hechos 16:40). De igual manera, si el Maestro hubiese tomado en cuenta que no se veía bien que estuviera a solas con una mujer, no hubiese salvado a tantos samaritanos a través de su conversación con aquella mujer samaritana en el pozo (Juan 4:9-42). Debemos dejar de invalidar las iniciativas de Dios con nuestra tradición o prejuicios (Marcos 7:13). No es raro que el hombre sin Dios esté usando las artes, la danza y el cine para matar, violar, robar identidad, etc. El hombre sin Dios está muerto en delitos y pecados y todo lo que hace va al mal. Pero nosotros, los hijos de Dios, los que estamos vivos en Él, estamos usando las artes para edificar a la iglesia y llevar el mensaje del evangelio. Lo mismo dijeron en el pasado de la TV, de la radio o el internet. No cometamos el mismo error nuevamente. El problema no es el instrumento, sino nuestro corazón.
II.- DIOS NO QUIERE RELIGIOSOS FANÁTICOS, SINO GENTE APASIONADA POR LLEVAR A OTROS EL MENSAJE DE SALVACIÓN: Cuando Pablo fue a Atenas, y vio todas esas imágenes e ídolos, no tomó la vara y destruyó aquel lugar, en el celo por el mandamiento que dice “no te harás imágenes… ni te inclinarás a ellas…” (Éxodo 20), sino que tomando como ejemplo una de ellas, la de “AL DIOS NO CONOCIDO”, les predicó el evangelio a los atenienses. Ese es lo que yo llamo un hombre espiritual, no un fanático religioso. Pablo pudo basarse en creencias comunes como punto de inicio y esto le permitió predicar el Evangelio usando algo que a los mismos griegos les atraía y captaría su atención. Indudablemente, todas las cosas son puras para los puros (Tito 1:15). El espiritual todo lo juzga en el Espíritu y las obras malas son manifiestas ante sus ojos. Por tanto, el asunto verdaderamente importante aquí es: ¿Están usando las iglesias y ministerios los talentos de sus miembros para cumplir con la gran comisión? Si tenemos un grupo de jóvenes o adultos a quienes el Espíritu Santo ha movido a impactar está generación usando las artes para alcanzar a los perdidos, ¿Por qué estorbarles? Todo don perfecto, incluyendo nuestras talentos y habilidades para el canto, el drama y la realización de coreografías creadas con el propósito de comunicar el mensaje de salvación, proviene del Padre de las luces (Santiago 1:17).
Hermanos, renunciemos al espíritu de Mical que no adora a Dios, pero se disfraza de “espiritual” para criticar la forma de otros adorarlo (2 Samuel 6:16), porque no son capaces de comprender las emociones y motivaciones que mueven a los hijos de Dios a alabar a su Señor en todas las formas posibles. Pablo le rogó a Timoteo, encarecidamente, en un momento de su despedida: “...Te encarezco… que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina...” (2 Timoteo 4:1-2). El apóstol no le habló de formas, no le dijo cómo, ni con qué, pero sí le dijo que use todo recurso para predicar la sana doctrina. José en Egipto hablaba como egipcio, vestía como egipcio, y respondía a un nombre egipcio, a tal punto que ni sus hermanos le reconocían, no porque creyeran que estaba muerto, sino porque parecía un egipcio (Génesis 42:8). Sin embargo, José, a pesar que se conducía como un egipcio no se contaminó en Egipto aunque su mujer era una extranjera, sino que mantuvo su fe, sus principios. Así nosotros, estamos en el mundo, pero no somos del mundo ni militamos en la carne, sino que todo lo hacemos en el Espíritu y por el Espíritu. Quizá muchos cuestionen los métodos creativos para compartir el Evangelio usados por algunos ministerios infanto-juveniles, sin embargo, creo oportuno recordarles el consejo de Pablo: "... a todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos..." (1 Corintios 9:20-22).
A tí que críticas a los ministerios infanto-juveniles por usar el canto, el drama, la danza y otras artes para predicar el Evangelio, déjame preguntarte: ¿En qué forma lo harías tú? ¿Lo estás haciendo realmente? ¿Te atreves a predicar o sólo críticas a quien lo hace de formas que a tí no te agradan? Recuerda ante todo que no lo hacen para agradarte a tí, sino para cumplir con la Gran Comisión y el mandato de Jesús. Y es la aprobación de Dios, y no la tuya, la que dichos ministerios buscan y necesitan. Si no estás de acuerdo con la forma de trabajar de dichos ministerios ¿Cuál debería ser tu posición hacia ellos? La respuesta es clara: Examínalo todo y retén lo bueno (1Tesalonicenses 5:21). No pierdas tu tiempo criticando la forma de trabajar de otros ministerios. Ambos servimos al mismo Señor, cada uno según sus dones y talentos otorgados por Dios como Él quiso. No caigas en el mismo error de los apóstoles: "...Juan le respondió diciendo: Maestro, hemos visto a uno que en tu nombre echaba fuera demonios, pero él no nos sigue; y se lo prohibimos, porque no nos seguía. Pero Jesús dijo: No se lo prohibáis; porque ninguno hay que haga milagro en mi nombre, que luego pueda decir mal de mí. Porque el que no es contra nosotros, por nosotros es..." (Marcos 9:38-40).
III.- EL ARTE, LAS DRAMATIZACIONES Y LA MÍMICA EN LA HISTORIA DEL CRISTIANISMO: Quizá alguno dirá: ¿Se han usado dichos métodos antes para proclamar el Evangelio? ¿No es acaso todo esto 'fuego extraño' en el altar del Señor? ¿Acaso no prohibían los cristianos primitivos las representaciones teatrales? Sí y no. A finales del siglo II, Tertuliano (uno de los llamados 'Padres de la Iglesia') denunciaba por primera vez, en su obra De spectaculis, la asistencia cristiana a unos espectáculos que la Iglesia consideraba como inmorales. El problema no era solamente que los actores incitaran a la lujuria o se vistieran de mujer, sino que estos espectáculos se consideraban idolátricos. Eran en cierto modo un acto de culto. Los juegos romanos tenían claramente un origen religioso, ya que estaban dedicados a honrar a diferentes dioses, sólo los combates de gladiadores nacen de un ritual funerario, con que se honraba a los difuntos. No obstante, ya en el siglo III nadie veía el teatro como un fenómeno de culto.
Por otro lado, la historia del cristianismo antiguo contiene ejemplos de cristianos que usaron las artes, y principalmente la mímica y las dramatizaciones, para glorificar a Dios. Muchos profesionales que se convirtieron al cristianismo primitivo continuaron trabajando en el teatro, siendo ya cristianos. Un ejemplo de ello es el joven Masculas.
Masculas era el actor principal de una compañía de mimos. Vivió en Cartago durante el reinado del vándalo Geiserico (428-477). Masculas era cristiano y actor al mismo tiempo, pero esto no parecía suponer ninguna contradicción en su caso, pues llegó incluso a convertirse en un símbolo de la resistencia cristiana a las persecuciones del gobernador arriano. El rey decretó la ejecución de Masculas por creer que Jesucristo era el Dios verdadero, pero al final el verdugo desistió de matarlo. Su nombre aparece en los martirologios de la Edad Media, el 4 de diciembre, camuflado bajo el nombre de Archinimo, que no era más que su oficio, arquimimo, o sea el actor principal de una compañía de mimos.
Una inscripción funeraria en las ruinas de una catacumba en Roma, nos informa también de la existencia de un pantomimo cristiano. El epitafio se encuentra en tan mal estado, que no se puede leer su nombre, la edad, ni el año de su muerte, pero se indica que era pantomimo de profesión. El fenómeno de los santos mimos es uno de los más interesantes y complejos de los relatos de la historia de la iglesia. Y es que la vida cristiana y las artes no se oponen entre sí. Podemos dar gloria a Dios a través de dramatizaciones, coreografías y las artes en general.
CONCLUSIÓN: Por todo lo antes dicho, como Pastor y líder, doy la diestra de compañerismo a aquellos que usan el drama, las coreografías y las bellas artes en general, como una opción evangelística, esperando que sea buena para la necesaria edificación. Pero no me mal entiendas. Tampoco estoy de acuerdo con convertir los cultos en un show. Una cosa es el servicio de adoración a Dios y otra las actividades que se realizan para la edificación de la iglesia y la predicación del evangelio en las calles y campos misioneros o de escuela dominical. Cada cosa tiene su lugar y su tiempo. Pero todo aquello que ocupe o sustituya el lugar de la Santa Palabra en un servicio de adoración a Dios es una prostitución del púlpito. La predicación del evangelio nunca podrá ser sustituida por una coreografía o una pieza teatral de un tema bíblico. Eso sería caer en el otro extremo. Un extremo también muy peligroso. La Biblia es el libro vivo y no hay nada como la Palabra de Dios predicada para llegar al corazón del hombre.
Me regocijo en el hecho de que las artes, el drama y la danza puedan ser redimidas como instrumentos para la gloria de Dios y la proclamación del Evangelio en esta época. Sin embargo, como bien lo dice la Biblia: "...Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora..." (Eclesiastés 3:1) pero "...hágase todo decentemente y con orden..." (1 Corintios 14:40).