¡Definitivamente no! La intención bíblica es llevar la luz libertadora de Dios a toda injusticia social, y esto también es cierto en relación con la marginación de las mujeres en la iglesia y la sociedad. Dicho lo anterior abordemos ya el texto de 1 Timoteo 2:9-15 que centra esta reflexión: “...Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos, sino con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan piedad. La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción. Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio. Porque Adán fue formado primero, después Eva; y Adán no fue engañado, sino que la mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión. Pero se salvará engendrando hijos, si permaneciere en fe, amor y santificación, con modestia...” (1 Timoteo 2:9-15). Detengámonos en un primer aspecto a destacar: Aunque Pablo normalmente no ofrece explicaciones históricas para justificar que un mandato dado por él es Palabra de Dios, aquí sí apela a lo acontecido en el Edén para argumentar su decisión ¿Por qué lo hace? ¿En qué consiste su argumentación para tratar de convencer a los creyentes de que las mujeres supervisadas por Timoteo no deben enseñar? Veámoslo.
I.- DEBIDO AL ORDEN DE LA CREACIÓN EVA NO PUDO APRENDER: El relato de Génesis 2:7-21 al que Pablo apela como razón es un despliegue de diferentes instrucciones dadas por Dios a Adán sin que Eva estuviera presente, pues ni siquiera había sido creada aún. Es un acontecimiento que ilustra perfectamente las fatales consecuencias de quien pretende orientar o enseñar a otros desde la ignorancia y el atrevimiento, algo que desgraciadamente tiene un claro paralelo con la situación general de las mujeres en tiempos de Pablo debido a la prohibición de que la mujer participara en la instrucción formal de esa época. No tendría demasiado sentido usar un mero orden cronológico de la creación biológica de cada sexo para convencernos de que sólo Adán estaba llamado a enseñar a no ser que se pretenda señalar la ausencia de formación, prudencia y conocimiento de Eva. No hay otra explicación para una alusión cronológica, pues igualmente Pablo sabía que los animales fueron creados antes que Adán sin que esto proveyese cualidad alguna para la enseñanza. El apóstol no pide a los creyentes que acepten el argumento del orden de llegada de Adán y Eva para ejercer la enseñanza como un misterio divino o un asunto de fe incomprensible. No. El apóstol opta por un “porqué” al afirmar que Adán fue formado primero porque pretende que aquellos cristianos “creados” y “formados” milenios después de Adán y Eva comprendan la lógica de su mandato para que aquellas mujeres del siglo primero guarden silencio. Seguramente él quería que todos entendiesen que la falta de adiestramiento, la ociosidad y el atrevimiento de muchas mujeres de su tiempo causaba problemas y confusión cuando éstas enseñaban o propagaban enseñanzas paganas entre los creyentes. El sinsentido de un hipotético uso del mero orden formativo en el caso concreto de Adán y Eva como explicación se hace aún más claro si tenemos en cuenta la obviedad de que muchas mujeres del Nuevo Testamento habían sido biológicamente nacidas –o formadas- después de Adán e incluso después de otros muchos hombres contemporáneos a ellas y que sin embargo no estarían llamados a guardar silencio por ello. Lo mismo habría que decir de las mujeres “nacidas–o formadas- espiritualmente de nuevo” en Cristo con su conversión antes que otros hombres contemporáneos a ellas para darnos cuenta de que la formación biológica, e incluso la espiritual de cada hombre y mujer no tiene por qué coincidir con el orden cronológico de la formación de Adán y Eva. El orden en sí no era un argumento.
II.- ¿ADÁN NO FUE ENGAÑADO? Aunque el apóstol aquí afirma que “Adán no fue engañado”, la Escritura muestra que finalmente Adán sí fue engañado y culpable de incurrir en transgresión, por eso su pecado fue peor que el de Eva, pues actuó con pleno conocimiento (Génesis 3:17). Esta ligereza interpretativa de Pablo es una nueva evidencia de que el apóstol no pretendía exponer dogmas ni principios espirituales perpetuos (un hecho que él mismo aclara dos veces, tal y como veremos más adelante). Su imprecisión acerca del engaño de Adán refuerza la idea de que Pablo sólo quería señalar que la falta de conocimiento y un adiestramiento serio deriva en engaño, razón por la que se centra en lo que le pasó a Eva y en cómo ésta confundió posteriormente a Adán. En el segundo relato de la Creación (Génesis 2:4-25), el hombre (’adam), se «desdobla» en varón y hembra para formar una pareja que comparta el dominio, y disfrute de un compañerismo mutuo. Ambos fueron creados a imagen y semejanza de Dios, y ambos participaron en la tragedia de la Caída. Cuando Pablo habla, por tanto, del pecado de «un hombre» (Romanos 5:12-21), cabe pensar que se refiere no sólo al varón, sino al hombre genérico (anthropos) Adán, ya que ambos, hombre y mujer, por su desobediencia y transgresión, arrastraron a la raza humana a su destino. En el tercer relato (Génesis 5:1-2), el autor de Génesis reafirma la identidad de Adán como varón y hembra: “Este es el libro de las generaciones de Adán. El día en que creó Dios al hombre (’adam), a semejanza de Dios lo hizo. Varón y hembra los creó; y los bendijo, y llamó el nombre de ellos Adán, el día en que fueron creados.
III.- “TAMBIÉN EL VARÓN PROCEDE DE LA MUJER” Toda esta interpretación que exponemos acerca de las intenciones de Pablo casa con sus palabras en 1 Corintios 11:11-12 cuando dice que “en el Señor, ni el varón es sin la mujer, ni la mujer sin el varón; porque así como la mujer procede del varón, también el varón nace de la mujer; pero todo procede de Dios”. Ante los corintios Pablo pretende zanjar el tema de “la procedencia” descartando un uso interesado del orden de creación de Adán y Eva como argumento discriminatorio pues tras recordar que la mujer procede del hombre afirma que “también el varón nace de la mujer, y finalmente, ambos de Dios” (vs. 12). La procedencia del hombre y la mujer es mutua entre ellos y común respecto a Dios. Además de lo visto, existen otros aspectos más esclarecedores aún en el texto de 1 Timoteo 2:9-15 que muestran definitivamente que Pablo no tiene intención alguna de establecer un dogma que niegue la labor de enseñanza para cualquier mujer cristiana de cualquier tiempo y lugar.
IV.- “QUIERO [YO]”. “NO PERMITO [YO]”. (1 Timoteo 2:8 y 2:12) Pablo expone un doble énfasis usando la primera persona del singular en su argumentación: Estas formas son “[yo] quiero” (vs.8) y “no permito [yo]” (vs. 12), evitando usar expresiones categóricas como “el Señor no permite”, tal y como hace en otras ocasiones. Además, el término griego usado para “permito”, “cuando se usa el verbo traducido como permitir (epitrepsein) en el Nuevo Testamento se refiere a un permiso específico en un contexto específico (Mateo 8:21; Marcos 5:13; Juan 19:38; Hechos 21:39-40; 26:1; 27:3; 28:16; 1 Corintios 16:7; etc.). Además el uso del tiempo indicativo indica un contexto inmediato. La traducción correcta, según los eruditos, por lo tanto, es: “De momento no permito“, “He decidido que por el momento las mujeres no deben enseñar o tener autoridad sobre los hombres”.
V.- LA AMENAZA PAGANA: “MUCHAS MUJERES EN POS DE SATANÁS” Los engaños que provenían de heréticas doctrinas y visiones que atrevidamente impartirían mujeres amparadas por movimientos esotéricos era un problema extendido y enormemente común en la emergente iglesia primitiva. El paganismo y el incipiente gnosticismo golpeando la salud de las iglesias es el eje de preocupación de esta primera carta a Timoteo (1:6; 4:7; 6:20-21) como también lo es en la segunda epístola, pues en el mundo del creciente protognosticismo la mujer era vista como especialmente favorecida para trasmitir supuestos mensajes místicos que sólo eran patrañas. Esta tesis es defendida por numerosos eruditos bíblicos y los diccionarios bíblicos sobre el Nuevo Testamento citan y desarrollan el problema esotérico con frecuencia. La gnosis había hecho especialmente estragos entre el elemento femenino de las mujeres cristianas. En el caso de la congregación efesia de la que se ocupaba Timoteo el estado de infiltración había terminado por resultar especialmente preocupante. En palabras de Pablo, de estas mujeres “algunas se habían apartado en pos de Satanás” (1 Timoteo 5:15), e incluso otras iban “de casa en casa” con fines proselitistas. Tan fuerte había llegado a ser el problema, que Pablo optó por recomendar a Timoteo que se opusiera a que hubiera mujeres desempeñando ministerios de enseñaza (1 Timoteo 2:11-12). Si la ofensiva gnóstica se había infiltrado así entre las mujeres, sería más prudente impedir a estas que enseñaran. Había un problema concreto con muchas mujeres y era necesario tomar una decisión urgente al respecto. Y como ocurre a menudo en la vida, la decisión tomada por Pablo fue la que él consideró como la menos mala, pero no como un propósito justo ni perfecto que emana desde el corazón de Dios para la mujer. Esta forma de afrontar injusticias la vemos frecuentemente en Jesús, como cuando arremete contra el lanzamiento de piedras hacia la mujer adúltera por parte de hombres que se consideraban “muy bíblicos” (Juan 8:1-11), literalistas y religiosos, pues ciertamente el apedreamiento era una terrible práctica recogida claramente en el Antiguo Testamento como castigo para las adúlteras (Levítico 20:10). Menos mal que Jesús tenía claro que aquello recogido en las Escrituras era igualmente algo indeseable y coyuntural que necesitaba superarse con urgencia mediante la práctica del amor, la justicia y la misericordia. Salvando las distancias con aquel hecho, entendemos que hoy nos equivocaríamos de nuevo si apartamos los ojos de Jesús en cuanto a no discernir que estamos ante una indeseable solución circunstancial dada por Pablo respecto al ejercicio de los dones de enseñanza dado por Dios a las mujeres. Pablo no afirma que el problema de Eva fuese simplemente ser mujer, pues ese “pero” que él añade en su explicación tiene la intención de que se comprenda que haber sido “formada después” dio como consecuencia que Eva “fuera engañada”. Por tanto, el engaño generado por la ignorancia era el epicentro del problema y no el sexo o el ADN.
VI.- ¿CITAR EL GÉNESIS CONVIERTE UN MANDATO EN ATEMPORAL Y DESEABLE POR PARTE DE DIOS? Algunos comentaristas insisten en que si Pablo cita el Génesises porque el asunto va más allá de la circunstancia cultural y atañe al corazón del evangelio, pero debemos ser prudentes con esta conclusión. Primeramente porque estamos viendo que en el texto de 1 Timoteo 2 (también al cotejarlo con otros escritos paulinos) encontramos argumentos que invitan a entender que estamos ante mandatos circunstanciales a pesar de que Pablo mencione el Antiguo Testamento. Citar el Génesis como una ilustración que ayuda a los cristianos contemporáneos de Pablo a entender un problema que ellos tenían no tiene por qué hacer de lo referido un dogma de raíz atemporal. No hay ninguna norma bíblica que obligue a esto y la misma Biblia nos muestra que a menudo esto no es así. Basta ver como Jesús a menudo citaba la Ley de Moisés como algo dado por Dios sin que esto la hiciese vigente y atemporal para los cristianos sino todo lo contrario. En una ocasión Jesús se transfigura milagrosamente junto a Elías (Lucas 9:28-36), el profeta que siglos antes hizo descender fuego del cielo para consumir a sus enemigos (2 Reyes 1: 10-14). Cristo cita después la destrucción mediante combustión celestial de Sodoma y Gomorra (Lucas 17:26-33) para ilustrar y argumentar un anuncio profético. Sin embargo, y a pesar de estas alusiones al fuego divino sobre los enemigos en el Antiguo Testamento, Jesús se sorprende y se molesta profundamente cuando Jacobo y Juan pretenden que esto se repita en su tiempo: “...Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, como hizo Elías, y los consuma? Entonces volviéndose él, los reprendió, diciendo: ¡Vosotros no sabéis de qué espíritu sois! ¡Porque el Hijo del Hombre no ha venido para perder las almas de los hombres, sino para salvarlas!” (Lucas 9:54-56). Como vemos, Cristo mismo da cuenta de que citar el Antiguo Testamento no siempre equivale a que las indeseables circunstancias mencionadas sean para nosotros algo maravilloso, perseguible o válido para todo tiempo, ya sea mandar fuego contra los enemigos, apedrear adúlteras o la maldición del enseñoramiento sobre las mujeres vaticinado en El Edén. Todo depende del propósito con el que en el Nuevo Testamento se cite el Antiguo o cualquier otro libro. Recordemos, por ejemplo, que Judas cita como referente unas escrituras que ni siquiera son del Antiguo Testamento (Judas 14) como es El libro de Enoc. Con todo, dicha alusión no convierte aquel escrito en canónico ni de obligado cumplimiento. Cada relato en cuestión nos ofrece sus claves y creemos, por tanto, que un inflexible y errado proceder hermenéutico es en gran parte el causante de que muchos creyentes entiendan hoy la apelación al Edén de Pablo como una pretensión divina para que en las congregaciones callen las mujeres de cualquier circunstancia y tiempo. En este caso vemos que hay suficientes claves bíblicas, textuales e históricas que armonizan entre sí y que nos llevan a la tesis del mandato coyuntural. Pero los argumentos a favor de la pertinencia circunstancial del mandato no acaban aquí. Sigamos analizando esto un poco más.
VII.- “… [LA MUJER QUE HA DE GUARDAR SILENCIO] SE SALVARÁ ENGENDRANDO HIJOS” (VS. 15) Al igual que hoy vemos, y especialmente en el ámbito rural o en contextos menos desarrollados, la falta de instrucción formal se desarrolla con mayor frecuencia entre mujeres que han sido educadas para casarse y ser madres como objetivo único en la vida. Pero… ¿Se condenará eternamente la mujer que no tenga hijos tal y como parece decir el texto? ¿Cómo se compatibiliza esta afirmación de Pablo con su defensa y ánimo para la soltería en otros textos suyos?: “...A los solteros y a las viudas, que bueno les fuera quedarse como yo...” (1 Corintios 7:8). “...El soltero tiene cuidado de las cosas del Señor, de cómo agradar al Señor; pero el casado tiene cuidado de las cosas del mundo, de cómo agradar a su mujer..." (1 Corintios 7: 32-33). “...El que la da en casamiento hace bien, y el que no la da en casamiento hace mejor...” (vs. 38). Pablo defiende la soltería, pero tal y como aclara en su carta está ahora especialmente preocupado por el revuelo causado por muchas viudas jóvenes supervisadas por Timoteo que ya mencionamos, pues éstas“han quebrantado su primera fe”, estando, “no solamente ociosas, sino también chismosas y entremetidas, hablando lo que no debieran”, razón por la que “quiero [yo], pues, que las viudas jóvenes se casen, críen hijos, gobiernen su casa; que no den al adversario ninguna ocasión de maledicencia. Porque ya algunas se han apartado en pos de Satanás” (1 Timoteo 5:11-15). Hoy en nuestras iglesias son muy pocas las viudas jóvenes que viven ociosas, provenientes de religiones paganas y ajenas al contenido de Las Santas Escrituras así como a toda formación como ocurría por entonces. Aquel sistema familiar y social así como la consideración de la mujer como mera propiedad no tiene nada que ver con nuestro contexto por lo que prohibir hoy a toda mujer en nuestra iglesia que ejerza la enseñanza porque como Eva “fue engañada” y porque “ha quebrantado la primera fe y se rebela contra Cristo yendo en pos de Satanás” por “estar ociosa”, no es optar por “sana doctrina” sino un disparate mayúsculo sacado de lugar, realidad e intención bíblica. Cotejando otros textos de Pablo en los que aconseja no casarse, queda claro –otra vez- que estamos ante un problema circunstancial. Una vez más, la Biblia se responde a sí misma y nos da claves para diferenciar lo eterno de lo circunstancial. Por otro lado, debería resultarnos obvio que la palabra “salvación” (sozo) no tiene aquí una acepción soteriológica sino que es un llamado de Pablo para que las mencionadas mujeres ociosas que están causando líos se planteen una vida alternativa enfocada en ser madres en lugar de levantarse como chismosas o maestras de perdición. La palabra griega para salvación, además de referirse a la salvación o justificación eterna, también significa preservación y permite el uso apuntando aquí como una práctica que protege del pecado. Que Pablo afirme que la vía de escape para la esposa en silencio sea “salvarse engendrando hijos” expone de forma concluyente que Pablo está dando una recomendación personal a quienes no tenían una actitud edificante y que no estaban preparadas para otra cosa que no fuese ser madres, algo que, dicho sea de paso, no es una ocupación menor que la de enseñar entre los cristianos. Esta relegación total de la mujer no sólo era una tendencia social pues las normas jurídicas romanas ya destinaban a la mujer al matrimonio y al hogar, algo que se solía consumarse a partir de los 12 años de edad o incluso antes. En fin, que no faltan argumentos a favor de la intención coyuntural de este mandato para que las mujeres guarden silencio como un mal menor para problemas propios de aquella situación ¿O acaso hoy un pastor no abordaría los problemas circunstanciales de los que tuviese conocimiento si escribiese una carta a su congregación? El dominio del hombre sobre la mujer vaticinado en el Edén a Adán y Eva es el anuncio de una maldición, de unas terribles consecuencias que habrían de venir pero que no son un propósito divino que debamos perseguir. “A la mujer dijo [Dios]: Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos; y tu deseo será para tu marido,y él se enseñoreará de ti” (Génesis 3:16). Si lo vemos de ese modo, no sólo habría que enseñorearse de las esposas sino también –y me permito una medio broma- fomentar partos dolorosos, quizás pinchando en los pies a la parturienta, y así ser parte de un supuesto espléndido plan divino a favor las mujeres… un sinsentido.
VIII.- MUJERES QUE SÍ ENSEÑAN Otra de las razones que me llevan a defender toda esta interpretación es que si llegamos a una conclusión diferente, 1 Timoteo 2 estaría en contradicción con otros párrafos de la Escritura (incluyendo los del corpus paulino) en los que se elogia a mujeres que sí enseñan, lideran o predican. Es el caso de Priscila, Débora o Junia, entre otras. Estas son mujeres que, a diferencia de Eva, “formada después” e ignorante de las directrices dadas a Adán, sí estarían llamadas por Dios, formadas y capacitadas para una enseñanza constructiva y edificante, tal y como algunas hacen (Hechos 18:26). Aunque por las razones ya expuestas estas mujeres maestras son minoría, basta con ver que las hay para fortalecer las tesis aquí vertidas acerca de 1 Timoteo 2:9-15.
IX.- CONTRA LO EFÍMERO Y LA OSTENTACIÓN Este es un texto que también constata una tendencia de mujeres que cultivan en exceso su imagen externa. Y aunque esto es algo en lo que incurren tanto mujeres como hombres de cualquier tiempo no es difícil imaginar que en una época en la que la mujer era poco más que un objeto sexual cuidar su aspecto físico no sólo les otorgaba identidad sino también prevención contra el despiadado repudio matrimonial y el abandono. En otras palabras: Cuanto más atractiva sea más posibilidades de vivir mejor o al menos de sobrevivir. Sin embargo, era de esperar que en Cristo estos temores se disipasen y que no se hiciera de la ostentación una filosofía de vida. Y es que una lectura dogmática del texto nos pondría en el dilema de tener que examinar en nuestras congregaciones si el broche que la hermana lleva en el pelo es en realidad de oro o de imitación (vs. 9) para asegurarnos de que su adorno se ajusta al “propósito de Dios” con ella. Parece claro que el fondo de estas palabras no son los quilates de oro en sí sino las prioridades, la mesura, el testimonio y –en definitiva- la actitud de corazón. Llegados a este punto entendemos que el no discernir entre coyunturas concretas y principios eternos que la propia Biblia aclara, sólo va a producir contradicciones y legalismos religiosos ajenos a la intención liberadora de la Escritura, algo que Jesús combatió con contundencia.
X.- TRAS TODO ESTO… ¿REALMENTE SE ESTABA MANDANDO CALLAR A LAS ESPOSAS? Como último apunte, y aunque durante todo el análisis de 1 Timoteo 2:9-15 hemos dado por supuesto que el mandato de “guardar silencio” equivale a que las mujeres permanezcan sin hablar nada, lo cierto es que un análisis exegético de 1 Corintios avala que a las mujeres corintias no se les mandó estar necesariamente calladas sino más bien en mantenerse en una buena actitud. Al decir: “La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción", la palabra traducida «en silencio» aquí, es el adjetivo hesuchios, que se refiere a «quietud», o «tranquilidad» (en 1 Timoteo 2:2, «reposadamente») y se trata de una quietud interior, que no causa molestia a los demás, y que no sufre molestia ajena. En 1 Pedro 3:4 describe un espíritu «apacible», caracterizado por la mansedumbre. En 2 Tesalonicendes 3:12, Pablo exhorta a los hermanos a trabajar con hesuchía, «sosegadamente», (no en silencio, es evidente). En Hechos 22:2 hesuchía se refiere al callamiento de una multitud. El sustantivo sigé, por contraste, se emplea para indicar «silencio» en el sentido de «ausencia total de sonido» (como por ejemplo en Hechos 21:40 y Apocalipsis 8:1). La «sujeción», por su parte, debe formar parte del carácter de todo creyente, según la relación o circunstancia en la que se encuentre, y define su relación con Cristo (2 Corintios 9:13). Además, si decidimos apostar por una postura literalista, universal e inflexible acerca de este mandato para guardar silencio deberíamos también plantearnos el prohibir a las mujeres cantar himnos o profetizar durante los cultos (1 Corintios 11:5), tal y como sí lo hacían las mujeres del Nuevo Testamento.
CONCLUSIÓN: Sin lugar a dudas Dios jamás deseó que la mujer callara en la congregación o que se le negara el privilegio de enseñar. Si Dios quería que la mujer callara, ¿Para qué le hizo boca? Si no quería que enseñara ni pensara por sí misma ¿Por qué le habría dado un cerebro tan excepcional?