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La Mujer en el Islam: ¿Es cierto que el islam le concede a la mujer un trato preferencial? (Parte 1)


En occidente, el Islam es considerado el símbolo por excelencia de la subordinación de la mujer. Judíos, cristianos y musulmanes están de acuerdo en un hecho: Tanto los hombres como las mujeres han sido creados por Dios, el Creador de todo el Universo. Sin embargo, esto no ha impedido que el Corán y la tradición islámica releguen a la mujer a un papel secundario o incluso más bajo. Se dice frecuentemente que los musulmanes tratan a sus mujeres como reinas, que estas no se exhiben pública e indecentemente como las cristianas, o que los musulmanes son los mejores esposos que cualquier mujer pudiera desear; pero ¿Refleja esto la realidad objetiva o es pura propaganda mediática para blanquear la imagen del Islam en Occidente? ¿Qué tal si estudiamos lo que el mismísimo Corán, la tradición islámica y la realidad de los países musulmanes nos dicen al respecto? Antes de proseguir aclaro lo siguiente: Todas las citas del Corán empleadas en este estudio han sido tomadas de El Sagrado Corán, Versión Castellana de Julio Cortés. Dicha traducción es la versión empleada en español por la Escuela Yafarí, llamada usualmente ‘shiíta’. La escuela sunnita prefiere emplear, en español, la versión de El Noble Corán, traducido por Abdel Ghani Melara Navío. Otra versión popular (principalmente entre los musulmanes salvadoreños y latinos en general) es El Corán, traducción comentada en lenguaje actual hecha por el Lic. M. Isa García. Debe tenerse en cuenta que para los musulmanes cualquier traducción del Corán sólo puede ser considerada como un comentario del mismo, nunca como el Corán en sí, el cual sólo debe recitarse en árabe.

I.- EL CORÁN Y LA IMPUREZA MENSTRUAL DE LA MUJER: Muhammad, fundador del Islam, llegó a considerar la menstruación como un mal: “….Te preguntan acerca de la menstruación. Di: «Es un mal. ¡Manteneos, pues, aparte de las mujeres durante la menstruación y no os acerquéis a ellas hasta que se hayan purificado! Y cuando se hayan purificado, id a ellas como Dios os ha ordenado». Dios ama a quienes se arrepienten. Y ama a quienes se purifican…”. (Corán, Sura 2, Al-Báqarah, La Vaca, Aleya 222).

En el Islam, la mujer menstruante está exenta de algunas obligaciones rituales como las oraciones diarias y el ayuno mientras dura su período. Por ejemplo, es considerado “haram” o prohibido que una mujer que está menstruando realice las oraciones, tanto obligatorias como voluntarias, y no son válidas si las hace. Algunos incluso consideran que una mujer que está menstruando ni siquiera debe recitar cualquier parte del Corán en voz alta, ni mucho menos tocarlo. Es haram que una mujer menstruando ayune, ya sea un ayuno obligatorio o voluntario, y no es válido si lo hace. Pero ella tiene que compensar todos los ayunos obligatorios que no pueda realizar por esta causa. También es haram que una mujer que está menstruando circunvale la Kaaba, o que permanezca en la mezquita mientras su período no haya finalizado. Sólo mediante el rito del gusl o ablución mayor (un baño o lavamiento ritual), una mujer puede purificarse de la impureza de su menstruación.

II.- EL ISLAM Y SUS CONTRADICCIONES EN EL TRATO A LA MUJER: El Islam posee una actitud ambigua en relación con el trato a la mujer. Si bien es cierto el Corán se opone al infanticidio de niñas (el cual era practicado entre los árabes hasta la llegada del Islam) y enseña la igualdad de deberes hacia Allah, tanto para hombres como para mujeres, en la práctica esto no sucede así. Las mujeres musulmanas, alrededor del mundo, son sometidas diariamente a una serie de maltratos, vejaciones y crímenes de odio por causa de su género. Por ejemplo, en Irán (un país dominado por el Islam chiita), por ley, la edad para casarse para una mujer es de 9 años, la cual es la edad que tenía Aisha, una de las mujeres de Muhammad y considerada por muchos como su esposa favorita. En dicho país “devotos musulmanes” suelen decapitar a sus hijas por la simple sospecha de inmoralidad o por el “delito” de haber sido violadas y, con ello, deshonrado a la familia. Tristemente, Irán no es un caso aislado. Organizaciones de derechos humanos informan que el 75% de las mujeres en las prisiones de Pakistán están tras las rejas por cometer el delito de haber sido violadas. El burdamente llamado “Asesinato de Honor” (el asesinato de hermanas o hijas por avergonzar a la familia por ser violadas), está permitido por la cultura que el Islam ha creado.

Nuevamente en Pakistán, bastión del Islam en el sureste asiático, más del 90% de las esposas, han sido golpeadas, o abusadas sexualmente, por razones como cocinar una comida no satisfactoria, o no dar a luz a un hijo varón. En el Islam un hombre puede divorciar a su esposa diciendo tres veces “te divorcio” o “te repudio”, luego ella es una mujer soltera sin apoyo y sin sus hijos quienes usualmente son llevados por el padre. El Corán registra cómo el mismo Muhammad no temía usar la amenaza de divorcio para lograr la sumisión de sus esposas. Las siguientes palabras, dirigidas a Hafsah y Aishah, dos de sus esposas, lo ilustran a la perfección: “… Si él os repudia, quizá su Señor le dé, a cambio, esposas mejores que vosotras, sometidas a Él, creyentes, devotas, arrepentidas, que sirven a Dios, que ayunan, casadas de antes o vírgenes…”. (Corán, Sura 66, At-Tahrim, La Prohibición, Aleya 5).

Muhammad no vacilaba en emplear sus revelaciones para obtener la sumisión deseada de sus mujeres: “… ¡Mujeres del Profeta! A la que de vosotras sea culpable de deshonestidad manifiesta, se le doblará el castigo. Es cosa fácil para Dios. Pero a la que de vosotras obedezca a Dios y a Su Enviado y obre bien, le daremos doble remuneración y le prepararemos generoso sustento…”. (Corán, Sura 33, Al-Ahzáb, La Coalición, Aleya 30).

Evidentemente, dicha intimidación funcionaba. Es más, se afirma que Aishah, la más amada de las numerosas esposas de Muhammad, dijo en cierta ocasión: “… Si ustedes supieran todos los derechos de tu esposo sobre ti, todas ustedes limpiarían la tierra de los pies de sus esposos con sus caras…”. (Hadices, Aishah).

Esto ha colocado a las mujeres musulmanas en una posición incómoda, ya que suelen aceptar esas palabras sin cuestionamientos, degradando con ello su propia posición como seres humanos y menoscabando incluso los derechos de sus propias hijas a futuro, condicionándose a sí mismas y a las futuras generaciones de mujeres a un estado de sometimiento a la autoridad masculina. Los hombres musulmanes, complacidos con dichas palabras, suelen sacar de ellas el mayor provecho posible para sustentar las bases de su machismo. El mismo Corán afirma, sin pudor alguno: “…. Los hombres tienen autoridad sobre las mujeres en virtud de la preferencia que Dios ha dado a unos más que a otros y de los bienes que gastan. Las mujeres virtuosas son devotas y cuidan, en ausencia de sus maridos, de lo que Dios manda que cuiden. ¡Amonestad a aquéllas de quienes temáis que se rebelen, dejadlas solas en el lecho, pegadles! Si os obedecen, no os metáis más con ellas. Dios es excelso, grande…”. (Corán, Sura 4, An-Nísa’, Las Mujeres, Aleya 34).

Por si el maltrato no fuera suficiente, la cultura del Islam y la Ley Sharía aprueban aún hoy la muerte por lapidación. Muchas mujeres son asesinadas de esta forma. Las envuelven en una tela blanca para que se pueda apreciar la sangre cuando surja (no siempre), luego las entierran hasta la mitad del cuerpo; colocan un montículo de piedras (no muy grandes para que no maten de un solo golpe y no muy pequeñas para que no hagan daño). Por último, el juez que dicte la sentencia tira la primera piedra y la multitud le sigue provocando una muerte lenta, dolorosa y agónica a la víctima. En casos de confesión voluntaria, el Corán prescribe la reclusión perpetua de la mujer: “…Llamad a cuatro testigos de vosotros contra aquéllas de vuestras mujeres que cometan deshonestidad. Si atestiguan, recluidlas en casa hasta que mueran o hasta que Dios les procure una salida…”. (Corán, Sura 4, An-Nísa’, Las Mujeres, Aleya 15).

En detrimento de la dignidad de la mujer, y a satisfacción de los deseos lujuriosos de los varones musulmanes, el Islam permite la poligamia en nuestros días. En el Corán, la poligamia recibe aprobación divina: “… Casaos con las mujeres que os gusten: dos, tres o cuatro. Pero, si teméis no obrar con justicia, entonces con una sola o con vuestras esclavas…”. (Corán, Sura 4, An-Nísa’, Las Mujeres, Aleya 3).

Aunque al musulmán promedio se le autorizan usualmente hasta cuatro esposas, según el Corán, Muhammad recibió un permiso especial de Allah para aumentar el tamaño de su harén personal: “… ¡Profeta! Hemos declarado lícitas para ti a tus esposas, a las que has dado dote, a las esclavas que Dios te ha dado como botín de guerra, a las hijas de tu tío y tías paternos y de tu tío y tías maternos que han emigrado contigo y a toda mujer creyente, si se ofrece al Profeta y el Profeta quiere casarse con ella. Es un privilegio tuyo, no de los otros creyentes –ya sabemos lo que hemos impuesto a estos últimos con respecto a sus esposas y esclavas, para que no tengas reparo. Dios es indulgente, misericordioso. Puedes dejar para otra ocasión a la que de ellas quieras, o llamar a ti a la que quieras, o volver a llamar a una de las que habías separado. No haces mal. Esto contribuye a su alegría, a evitar que estén tristes y a que todas ellas estén contentas con lo que tú les des. Dios sabe lo que encierran vuestros corazones. Dios es omnisciente, benigno…”. (Corán, Sura 33, Al-Ahzáb, La Coalición, Aleyas 50-51).

Aparentemente, Allah premió a su “fiel mensajero” otorgándole el derecho de gozar sexualmente de las mujeres “creyentes” de su época. Ciertamente, la lujuria del profeta fundador del Islam era enorme, llegando a tener al menos 14 concubinas (Muhammad se casó a la edad de 25 años con una dama muy rica de 40 años de edad. Cuando la primera esposa de Muhammad murió a la edad de 49 años, toda su fortuna pasó a Muhammad. Él se casó por segunda vez dos meses después. Eventualmente él tuvo 14 concubinas). Puesto que Muhammad es considerado por el musulmán devoto como el ejemplo perfecto de hombre, padre y esposo, no es de extrañar que los varones musulmanes tiendan a ver a sus mujeres como meros objetos de satisfacción sexual o darles un valor inferior al de un varón. El Corán se expresa en estos términos: “….Vuestras mujeres son campo labrado para vosotros. ¡Venid, pues, a vuestro campo como queráis, haciendo preceder algo para vosotros mismos!…”. (Corán, Sura 2, Al-Báqarah, La Vaca, Aleya 223).

El Corán también le permite a los varones, cuando están de viaje o en tiempos de guerra, el tener matrimonios temporales a cambio de dinero o bienes, con mujeres solteras, viudas o divorciadas de la localidad por un período previamente acordado entre ambos, permitiéndoles tener sexo fuera de su matrimonio permanentemente sin pecar, todo ello bajo la aprobación del Corán y la bendición de Allah: “…. ¡Mandato de Dios! Os están permitidas todas las otras mujeres, con tal que las busquéis con vuestra hacienda, con intención de casaros, no por fornicar. Retribuid, como cosa debida, a aquéllas de quienes habéis gozado como esposas. No hay inconveniente en que decidáis algo de común acuerdo después de cumplir con lo debido. Dios es omnisciente, sabio.…”. (Corán, Sura 4, An-Nísa’, Las Mujeres, Aleya 24).

Según algunos eruditos, Muhammad autorizó dichos matrimonios para impedir las relaciones homosexuales entre los soldados musulmanes; sin embargo, abrió con ello las puertas para la degradación de la mujer a través de la prostitución legalizada por la religión.

Al final de esta primera parte deseo hacerte una pregunta sincera y espero puedas ser objetivo e imparcial: A la luz de los hechos, y tomando en consideración que lo aquí expresado es tomado directamente del Corán y la tradición islámica, ¿Todavía crees que el Islam es la religión defensora de los derechos de la mujer que te han hecho creer? ¿En verdad son las mujeres tratadas como princesas en el mundo musulmán?

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